Cabalgó cuanto pudo. Hasta que las fuerzas le acompañaron, pero nada
en esta vida es eterno. Después, exhausto, decidió tumbarse en un recodo del
camino. Deseaba esperar a que lo que tuviera que pasar sucediese. Se durmió con
su olor entre los dedos, recordando sus sabores. Fue un sueño plácido,
consciente. A veces lo bueno también ocurre, pensó. Sabía que pronto llegaría
su oportunidad para continuar. El cansancio no nos deja ver que mañana la
coyuntura nos puede ser favorable. A la mañana siguiente, el sol ascendió como
si tal cosa y, más recuperado, quiso seguir cabalgando. Su imagen le devolvió
fuerzas y anduvo, anduvo hasta el final. Quería que todo continuase. El mundo
que no se detiene, puede ser cruel, pero más terrible aún es el que permanece
estático durante siglos. Necesitaba sentir su montura entre los muslos,
respirar aire puro y comerse la vida. Por eso, continuó viviendo.
2 comentarios:
Gracias Ce, hoy tus palabras me llegan de un modo que no podría explicarte, ni aún teniendo la intención de hacerlo, je.
Espero que estés muy bien, un abrazo grande, tan grande como la distancia de este mundo estático...
¡Qué raro! ¿verdad? A veces nos tropezamos por casualidad con cosas que parecen estar hechas para nosotros a propósito... Ojalá pronto este mundo vuelva a ponerse en marcha y nos traiga cosas buenas. Un abrazo Martina.
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