Después llega la realidad. Cuando los ecos de la tormenta finalmente
se han extinguido. Toca hacer recuento de bajas y desperfectos. Parece que la
guerra descansa y sólo queda aguardar para ver si decide o no proseguir con sus
malas artes. También es tiempo de hacer balance. Todos nos merecemos un respiro.
Y en este tiempo de reflexión sabemos que, al final y aunque no queramos, siempre
terminamos en los bares en los que dijimos que nunca entraríamos y nos alimentamos
con las provisiones que nos eran desagradables a la vista, pero así es la vida.
También vestimos camisas de cuello blanco y siempre nos asomamos al balcón para
ver justo cuando oímos un ruido extraño. Y lo curioso del asunto es que la
mayoría de las veces, por no decir todas, no nos disgusta lidiar en estas
batallas...
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