La
calle es muy dura. Quizá demasiado. Esta mañana, mientras andaba rápido por
aquello de las prisas de la vida, me tropecé con varios bancos ocupados, llenos
de bolsas de basura y cartones de vino. Ahí estaban, en silencio. En ellos,
gente esperando a que las horas pasen. Sin nada que hacer, solo aguardar a que
abrieran el comedor social. Las noches son del albergue. Van cargados de
bolsas, escondiéndose del sol y rezando para que no llueva en este extraño
invierno que nos embauca a todos. Sus caras, llenas de surcos y tristeza,
reflejan que las cosas no son sencillas para los que nada tienen. Algunos dicen
que la crisis se está yendo, otros aseguran que los pobres siguen estando ahí,
ayer, hoy y siempre. Pero casi nadie hace nada.
Casi me rindo, de Marilia.
Pdt. Hoy sin foto, aunque la pobreza extrema sí tiene rostro.
2 comentarios:
Me gustó, más que nada con ese cierre con casi me rindo. Un big band que te cubra por las calles frente a tanta desolación ante la repetición no aprendida.
Poco a poco voy recuperando mi tono, supongo. Nunca deberíamos rendirnos, aunque perdamos... Un abrazo.
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