Ella es rubia, todopoderosa. La
otra, pelirroja, amargada porque de pequeña decían que era una bruja por el
color de su pelo. Después estaba La suelta, que cada noche se iba con uno
diferente porque tenía miedo a que alguno la quisiera de verdad. Siempre terminaban
en casa de la profesora, feliz y dicharachera, inocente de tanta infidelidad a
la que la sometía su amante esposo. Unos días, siempre entre semana, se les
unía La orangután, una chavala divertida pero con menos estilo al andar que un
tonel de vino. Ninguna soportaba a Marieta, pero ésta falsa y con pocas luces
iba diciendo que todas eran como hermanas y contra la masa era muy complicado
luchar. El grupo se completaba con Sandra La coja, mujer prepotente e
insoportable donde las haya. La coja no por discapacidad física sino porque
cada vez que se tomaba un gin tonic de más se iba a por las lesbianas del PP,
católicas y de derechas… Así eran las chicas de agosto, aunque ninguna de ellas
lo supiera, enfrascadas al ciento por cien en la vida que vivían.
Super rich kids, de Frank Ocean.
Pd. Quién sabe qué pasará hoy...
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