La delgada línea del amor. Jugar a cruzarla de un lado a otro de forma constante. Siempre al borde del precipicio. Un día sí, otro no. La vida de sonrisas, la noche de enfados. La raya que traspasamos no se cansa nunca, se divierte más que nosotros. Así es, fina y delicada, igual que los jadeos de un niño tras salir librarse de los malos de la furgoneta blanca. Al final, el amor ganará.
Girasoles, de Rozalén.
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