De pequeño por las noches le gustaba sentarse a su lado. Se quedaba quieto para que pareciese que no estaba allí, se acurrucaba en una esquina y se limitaba a escuchar. A veces hasta se le olvidaba tomarse su taza de leche caliente. No había hambre, sólo ganas de aprender. Le contaba historias, cada una más mundana que la anterior. Algunas eran cuentos de brujas o de miseria. Pocas hubo de amor, la mayoría eran de viudas solitarias o de cómo el barrio comenzó a convertirse en pueblo. Al parecer hubo carreteras de tierra y también mucha podredumbre. Los días se iban sucediendo uno tras otro bajo la atenta mirada del sol achicharrador y que sólo dejaba trabajar hasta la extenuación. Una vez hubo un volcán que dejó intacta a la Virgen y otro un temporal que desbordó barrancos y se llevó por delante a gente de la que nunca más se supo. Almacenó como pudo en su memoria todos aquellos relatos confiando en que algún día le tocaría a él contarlos, pero el tiempo pasaba demasiado pronto y no lo hallaba. Una vez pensó que quizá el chico de pantalón beige sería el elegido, pero no quiso tumbarse a escuchar. Y después de él arribaron a su puerto algunos barcos, más bien pocos, pero ninguno se atrevió a fondear en sus aguas. Y ahora tiene miedo de desvanecerse sin que nadie escuche alguna de sus historias y que éstas mueran en el olvido.
'Cualquier otra parte', Dorian
2 comentarios:
Oh me encanta este texto, me recuerda un montón a mi cuando era pequeño, siendo el otro mi abuelo; y el final me recuerda ami yo actual, queriendo encontrar muchos cuentos e historias para que todos aprendan algo de ellos, como yo hice en su momento... me gusta mucho!! Voy a seguir leyendo que este puente has escrito mucho.
Muá guapo
Jo, pues has dado en el clavo, aunque en lugar de abuelo, era abuela... Me gusta que te guste. Bss.
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