Lo único que
conservaba eran sus recuerdos. A pesar del pasar de los días, continuaban
intactos, libres de polvo y paja. Ahora, justo cuando las horas nubladas se
tornaban insondables, se convencía de que lo vivido había merecido la pena. Había
noches en las que el silencio de su miedo no la dejaba oír nada, pero su
memoria siempre la salvaba y era entonces cuando viajaba al mar de septiembre,
ese calmo y que cansado del ajetreo del verano sólo descansaba en paz. El sol,
la sal y el suave son de las olas la arrullaban hasta dormir...
'Magia blanca', de Turf
2 comentarios:
El texto transmite esa misma calma de la que hablas, y la foto es maravillosa. Hay que hacer más inventarios de recuerdos, y tratarlos con cariño y delicadeza para no olvidarlos; ella tiene suerte.
Un saludo!
A veces no es fácil lidiar con los recuerdos, pero al menos hay que intentarlo. Un abrazo Patricia. ;)
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