Las aceras aún están húmedas por culpa de la fría y larga noche. Este
sempiterno sol de invierno apenas calienta y, teniendo un principio poco claro,
se sabe que no tendrá un fin cierto. La tejedora continúa con su particular
letanía de cosidos intentando que la tristeza de los días no la atrape nunca. Lo
pretende sin descanso. Los coches zigzaguean a su aire entre las calles
procurando que ya nada se les quede atrás. Las tórtolas, por su parte, sí se han
marchado de la ciudad porque ya nadie en los parques les da de comer pan y la
pesadez del aire contaminado se les hace casi insoportable. Y los minutos continúan
sucediéndose uno tras otro, sin que nada importante pase...
Pdt. La imagen pertenece al filme 'Mi querida señorita'.
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