La puerta de aquel hostal sigue entreabierta para que todos entren. Pasé
por delante el otro día y, al mirar hacia dentro, vi que la gente continuaba
siendo feliz, que algunos allí estaban tristes, pero la mayoría vivía. Siempre estuvo
así, esperando que todos se colasen. Había quienes entraban y entre veras y bromas
dejaban alguna huella y otros que, en silencio, sólo querían tocar todas las
farolas convertidas ahora en estrellas de un cielo limpio y puro. Como no tuve
suficiente volví a pasar al rato para echar otro vistazo y ojear todo cuanto
alcanzara mi fatigada vista. Fue entonces cuando atisbé alguna princesa y también
muchos sueños; casi ninguna pesadilla. Había hambre, pero también despilfarro y
Enriqueta con su desparpajo. No paraba de bailar al lado de Cisco, pero éste ni
caso... Cada loco tenía su camisa de fuerza y los maestros enseñaban a luchar por
mundos mejores a los pequeños de la casa. El portero me pilló mirando, abrió un
poco más aquella puerta azul tokio por si me apetecía cruzar el zaguán y no
pude resistirme, esta vez no...
No hay comentarios:
Publicar un comentario