Después de tres jornadas de viaje a caballo, el
cardenal Jacinto Bobone divisó a lo lejos las torres de la basílica, rodeadas
de las casas de Compostela que se acurrucaban como polluelos bajo el palio
protector del templo del apóstol. Entonces se contagió de la emoción del resto
de los peregrinos, se dejó caer del caballo y besó la tierra cantando con ellos
exultante de gozo:
¡Oh, señor Santiago! ¡Buen señor Santiago! ¡Vamos más allá!
Adelante, adelante. ¡Protégenos, Dios! ¡Vamos más allá! ¡Adelante!
Esperando al Rey, de José María Pérez Peridis
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