Una vez
asumido que aquellos encuentros ya no eran parte de ninguna de mis líneas de
investigación, me dejé llevar. La excitación de lo prohibido le ganó el terreno
(solo un poco) a la culpa. Y la excitación de lo nuevo hizo lo propio (solo un
poco también) con el arrepentimiento.
La isla de Alice, de Daniel Sánchez Arévalo.
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