El despertador hoy sonó implacable, maldito, a las 07.50 y pensé que no iba a poder despertar. Sonaba y sonaba y no tenía fuerzas para apagarlo. Su ruido atronador me perturbaba irremediablemente y quería que se callara de una vez por todas. No sé muy bien cómo pero al final atiné y el aparatejo enmudeció para siempre. Cual sonámbulo me dirigí al teléfono e hice la primera llamada del día. Desde el sofá azul. Allí estuve unos 90 minutos, sentado y dejando que pase la vida, y allí fue donde escuché también la primera canción del día. Cuando cuente tres otra vez, vuelve a salir. Quererte a mí, me hace feliz. Si el cielo se torna gris y el tino llegue a su fin. No quiero jamás sentir que de mi vida te vuelves a ir... Entre una cosa y la otra, dudé un rato, estuve con Sardá y soñé junto a Floricienta. Al final recordé la ristra de cosas que tengo por hacer; así que supe no puedo permitirme más tonterías hoy. Me puse mis zapatos de tacón y eché a andar.
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