He soñado con ratas. Casi nunca lo hago. Fue una sensación extraña. Aunque desagradable, no era algo insoportable. Viajaban de un lado a otro por el techo destartalado que cubría mi cabeza. Caminaban, avanzaban no sé muy bien a dónde, pero lo hacían e iban vestidas con delantales y sobreros de encaje. Me miraban, y yo quería huir de ellas, pero no sé muy bien por qué diablos no podía irme de allí. Desperté por el calor, sin sobresaltos, y volví, al rato, a conciliar el sueño. Fue una noche larga y un poco absurda. Hubo más pesadillas que no recuerdo y un vaso de leche para despertar. Al encender mi móvil dos mensajes me devolvieron a la realidad. 41 inmigrantes llegan a Tenerife en cayuco y la vida real me arrastra para comenzar a pensarte...
http://www.youtube.com/watch?v=oKuX-aJBLkk&feature=related
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