Tim avanza rápido, intentando esquivar a la marabunta, que este sábado sigue de compras. Cada paso que da se hace más complicado que el anterior. Parece que todos han decidido salir a la calle y optado por las mismas tiendas de regalos, las pequeñas y coquetas. Apenas se escucha el hilo musical con tanto ruido, pero aun así tararea una melodía que tiene retenida en su cabeza. Esquiva a unos y busca los escasos rayos de sol que aparecen en diciembre. No se detiene, hasta que Luc le detiene en un cruce de caminos. Hacía tanto tiempo que no se veían, que casi que no recordaba sus ojos oscuros, ni sus manos fuertes y torponas. Seguía igual, a pesar del paso de los días. Hablaba de las montañas en primavera, del próximo febrero y también de las tijeras perdidas en otoño. Tim le contó que había cambiado de casa y de formas de hacer, que le gustaban las chaquetas de colores y que esperaba a que las luces del escenario se encendieran para volver a cantar. Se despidieron al rato, pero Tim aunque no se lo dijo quiso que aquello durara más. Luc desapareció entre el gentío y Tim retrocedió recogiendo algunas florecillas del paseo hasta la zona de inicio. Allí y sin nada que hacer comenzó de nuevo su andar por si volvía a encontrarse con él.
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