Nunca le gustaron los regalos. Aquel sábado por la mañana encontró bajo su cama una pequeña caja roja perfectamente empaquetada. Tenía un pequeño lazo azul en una esquina. Sam miró sus zapatillas que le acechaban revueltas a unos centímetros de una de las patas. La luz de la mesilla de noche no terminaba de encender bien. Optó por sentarse y durante unos minutos mirar aquel obsequio. Tocaba con su índice los bordes, intentando que el tacto le dictase lo que hacer. Le dio la vuelta y vio una pequeña nota. Para Sam de Lucas, decía. Un calor extraño le subió desde el estómago y se le quedó atrapado en el cerebro. Las mejillas le ardían y las orejas se le volvieron rojas. No pudo evitar el enfado. ¿Para qué ahora? Abrió la cajita y se encontró con una pequeña bola del mundo. Recordó que hacía mucho tiempo habían hablado de dar la vuelta al mundo juntos, pero esos días quedaban lejos. ¿De qué le servía aquello? No se había dado cuenta de que a Sam las cosas materiales le habían dejado de importar. No entendía ese empeño en darle cosas, si después se olvidaba de darle las buenas noches… Nunca le gustaron los regalos.
Pdt. "Puedo tatuarme un dragón en la espalda, pero el día del cumpleaños de quien sea seguiré pensando que de todo lo que nunca he tenido ella es lo que más echo de menos" ('Héroes'. Ray Loriga).
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