Suena una canción en el viejo transistor. Es suave, lenta y triste. Sobre todo triste… Cuenta la historia de alguien a quien ya no quieren, que pide perdón. Tiene un estribillo amable, sencillo, que hace que las rodillas se pongan a temblar y las manos quieran comenzar a bailar con el aire que te rodea, con el que respiras y te suplico me prestes todos los domingos por la mañana bien temprano para poder seguir estando vivo. Después unos segundos de guitarra y vuelta a la pena, a la tristeza que no acaba. Pero el tiempo finaliza y ponen publicidad. De esa que hace que pienses que todo es bonito, alegre y que por fin estamos todos felices. Me distraigo un instante tratando de memorizar las estrofas, los versos más bellos… Se me encoje el alma y se me achica el corazón. Te echo de menos, extraño tu calor. Ya nadie me abriga de madrugada y cada amanecer despierto aterido, suplicando un trago caliente que me devuelva las ganas de abrir los ojos. Eso me pasa desde que no estás. Ahora tengo un saco lleno de preguntas sin respuesta, solo eso. Apago la radio, pero ya da igual porque la canción suave, lenta y triste sigue sonando en mi cabeza y hace derramar todas mis lágrimas que van a parar sin remedio al cubo sin palabras.
Pdt. Gracias.
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