Chica para todo
Cada día se levantaba a las cinco de la mañana para ir al trabajo. Debía
despertarse muy temprano, prepararse rápido y, a veces, pensaba que el agua
fría de su ducha y las ganas de comer a final de mes no compensaban tanto
esfuerzo, pero aún así seguía yendo. Trabajaba en un edificio muy importante, a
las afueras de la ciudad; para llegar era fácil, a esas horas no había nadie en
las calles. Una vez allí, debía sonreír constantemente, aparentar que era feliz
en medio de aquella jauría. Era la chica para todo, la única que conseguía que
aquello anduviese. Sin embargo, el mérito era para ellos, para los hombres, que
alardeaban de su tradición humanista cristiana, de sus convicciones
neoconservadoras y, sobre todo, de sus sospechas hacia todo lo que fuera
diferente. Ellos eran hombres y ella, solo la chica para todo...
Pdt. Poco a poco, parece que todo vuelve a la normalidad...
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