El
miedo de unos es igual al miedo de los otros, pero en sentido inverso. Mientras
unos dicen apostar ciertamente por la estabilidad otros rechazan lo viejo por
podrido, pero en realidad los primeros tienen miedo a lo que pudiera venir, con
esa resignación típica de las clases acomodadas, acomodadas a sobrevivir sin
soñar nada más; y los segundos luchan porque están cansados de agachar la
cabeza, de perderlo todo. Ninguno sabe qué es lo mejor, ojalá hubiera un manual
de instrucciones. Unos tienen miedo a reivindicarse y los otros arrasan con
todo, como si fueran depositarios de las verdades absolutas. En el fondo, todos
pierden mientras ellos, los de siempre, ganan, se llenan los bolsillos y viven
sin sospechar siquiera que tanto los primeros como los segundos no saben qué es
vivir sin preocupaciones, no entienden ese miedo suyo al mañana y, por
supuesto, no les interesa tocarse con ellos. Qué fea es la pobreza, dicen entre
dientes mientras hacen chocar sus copas de vino del bueno y pican de esos
tomates tan ricos aliñados con aceitito de oliva virgen. El miedo de los unos
es igual al de los otros y de él se valen para que todo siga igual…
Ranging, de Kygo y Kodaline.
No hay comentarios:
Publicar un comentario