Yo leía otra clase de novelas, relatos de
naufragios y tormentas […] para soportar la calamitosa aventura de vivir en la
casa cuartel de Fuensanta de Martos en 1948. Los muertos de papel son leves, su
agonía breve, su memoria corta, y en los libros que me conseguía Pepe el
Portugués, sus nombres además ajenos, tan extraños que sonaban a falsos. Los
muertos de papel nunca dejan viudas, ni huérfanos que lloren más de dos líneas,
por eso me gustaban aquellos libros, y por eso nunca habría podido denunciar a
Sonsoles, contarle a mi padre la verdad. Así, unidos en la complicidad de una
fuga destinada al fracaso, entregado cada uno a su propio desaliento, llegamos
hasta una soleada tarde de marzo en la que Sanchís interrumpió abruptamente una
de aquellas clases que nunca llegaron a serlo en realidad.
El lector de Julio Verne, Almudena Grandes
Pd. Quizá los mejores momentos de las últimas semanas se las debo a este libro.
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