La luna mengua. Alguna nube oscura en el cielo y el viento del invierno adornan aquel decorado. Tras los cristales, la última tienda. Allí dentro, cubriendo todo el suelo, estaban los paraguas: abiertos y desafiantes. Coloreados como el arco iris. Y Tim no pudo entrar, aunque extrañaba tus dedos. Miró acera arriba y ni rastro de Eliot. Tampoco rumbo al mar. No entendía qué hacían los paraguas abiertos, pensó que nadie los compraría por ser de mal aguero. Él ni en mil años. Es tiempo de limpiar para que con el año nuevo entre la bonanza, rezó. Y le podían aquellos arco iris esparcidos en aquella osada tienda. Así que le tocó buscar a Eliot en otra calle…
3 comentarios:
Me ha gustado mucho esta entrada, la forma en que escribes, es brillante (:
Grandes La sonrisa (L)
Tal vez si entra y cierra los paraguas, lo encuentre. Tal vez no, pero por probar, nada se pierde.
Muchas gracias K.Brizeth por tus palabras. Aquí tienes tu casa... Flaviani tienes razón, estoy contigo, siempre hay que probar... Un abraz
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