Siempre
envidié a la cigarra, capaz de disfrutar el momento, de vivir alegremente sin
mayores miramientos. Siempre admiré a la gente que sonríe permanentemente, que
le resta importancia a las pequeñeces del día a día y que sabe que siempre hay
un mañana, pero que prefiere estar en el hoy. No sé muy bien por qué me tocó la
otra cara de la moneda, ser hormiga, siempre temerosa, esperando algo que no sé
si llegará alguna vez. Trabajando sin descanso, evitando la vida. En alguna ocasión,
me he cruzado con alguna cigarra y no he podido resistirme a sus encantos, tan
dispares a los míos. Eléctricas y fugaces. Siempre fieles a sus vivencias,
alejadas del suelo embarrado. Solo eso, me hace continuar...
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