De jovencita había ganado un premio de oratoria. La madurez, al parecer,
había reducido su voz a un solo tono, el de la disculpa, y su personalidad a
una serie de gestos desvaídos por el miedo a ofender, o a no agradar lo
bastante.
A sangre fría, de Truman Capote.
No hay comentarios:
Publicar un comentario