Solo. Profundamente solo. Apenas he dormido cuatro horas y media. No sé. Tal vez hoy sea un día distinto. Uno en el que los ojos no se me llenen de lágrimas. Uno en el que el sol salga y yo sonría. Aunque no sea de verdad. Sólo por aparentar. Aparentar que no estoy triste, ni tampoco solo. Inmensamente solo. Pues eso, que hoy soy triste. Y no lo puedo evitar. Me gustaría sacar fuerzas de donde no las tengo y conseguir ser de otra forma. Tal vez pronto todo cambie. Tal vez, como siempre.
Por fin he visto Krámpack. Está bien. No sé si es alegre. A mí no me ha animado. Debe ser que no tengo el día. ¿Soy como Dani? No lo sé. Quizá. Supongo que en algunas cosas sí y en otras no. Como todo en esta vida. Yo también quiero a gente que no me quiere como yo a ellos. Esas cosas no se pueden evitar. Aunque duela.
“Soy como ustedes, nos han querido pisar, pero no nos hemos dejado pisotear. Hemos luchado contra la opresión”, dijo Gloria Trevi en Las Palmas de las Gran Canarias... Y tiene razón. Después cantó mi favorita. Todos me miran. Y me solté el cabello, me vestí de reina, me puse tacones, me pinté y era bella, y caminé hacia la puerta te escuché gritarme, pero tus cadenas ya no pueden pararme, y miré la noche y ya no era oscura, era de lentejuelas...
“Mañana te llamo”. Me dijiste. Una vez más. Hoy me toca esperar. Y una idea me viene a la memoria. 15 de agosto de 2007. Una estación de guaguas. Un montón de maletas a mi alrededor. Espero un puto taxi, pero en Logroño no hay de eso. Más de una hora y ni un coche pasa por delante de mí. Hace sol. Tengo calor y estoy cansado. Me duele la rodilla. Apenas puedo caminar. Los segundos pasan. Y sigo esperando.
A lo mejor esta noche me emborrache. Quizá. Tal vez. Posiblemente. Se supone que es carnaval y que hay que estar feliz. Disfrazado. Como el resto del año. Aparentando que todo va bien, cuando sabes que no es cierto. De marinerito, blanco y azul. Azul Tokio.
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