Desde aquella ventana atisbaba el mar. Rotundo y con reflejos plata. Brillaba
bajo un cielo nublado. Siempre le gustó aquel mar grisáceo y de verano. Mientras
unos buscaban playas paradisiacas a él sólo le interesaban los rincones
pequeños en los que refugiarse del ruido de los días. Hoy no estaba alegre,
tampoco triste, pero no estaba alegre. Rebuscaba, pero no encontraba motivos,
ni para lo uno ni para lo otro. Se le pasaban por la mente algunas caras, las
cosas que se hacen por ellas, los esfuerzos, aunque no se digan a viva voz… Sí,
se había levantado con el pie izquierdo, pero al salir procuró pisar primero
con el derecho por aquello de compensar. Y así había ido el día, ni frío ni
calor, ni bueno, ni malo, ni nada de nada. Y quiso volver a escuchar canciones
alegres y dejar de pensar en la mediocridad de las horas, pero era tarea harto
complicada. Esperar más, no siempre es bueno, ni real. Y entre los edificios
volvió a buscar aquella imagen del mar, más gris plomo que antes. La encontró
rápido y pudo volver a rezar para encomendarse a él y sólo le pidió una cosa:
que lo que está por pasar sea bueno.
2 comentarios:
El año pasado estuve frente a un mar muy parecido a este y casi con las mismas sensaciones te diré...o sea, una vez más, genial esta entrada y una vez más me vuelvo a sentir cerca de vos...
Abrazo grande...
P/D: espero que lo que haya pasado, haya sido bueno...:)
Por fortuna, todo ha sido bueno. Es una alegría encontrarte por aquí, siempre cerca. Un abrazo.
Publicar un comentario