Marta se desvivía por Paul. Siempre estaba pendiente de él, de su
salud, de su ánimo. Al menor cambio de su expresión, ahí estaba ella para
calmar las heridas. No siempre fue así, ella sin darse cuenta fue cediendo
espacio a aquel marino inglés que había llegado un verano en busca de aventuras
y empresas harto complicadas. Cocinaba y tendía la ropa, pero sobre todas las
cosas ella servía para que la realidad no le fuese dolorosa… A veces se
extrañaba de su actitud, antes no era tan dadivosa, más bien lo contrario. Dicen
que siempre en los acuerdos entre dos, hay uno que da más que el otro, que esto
es algo inevitable. “Supongo que está bien”, se decía algunas noches que pasaba
en vigilia, aunque no podía evitar pensar que las cosas serían así hasta que
ella dijese hasta aquí hemos llegado. Ese momento sería en el que le tocaría
hablar a Paul. Quizá esté dispuesto a dar. Hasta tanto, Marta continuaba
mirando el cielo despejado las noches de luna creciente o el viento soplando
las olas del mar…
3 comentarios:
Es una vigilia cristalina, espectacular post!
preciosamente triste
Muchas gracias a ambos por seguir paseando por aquí a pesar de mis ausencias. Gracias, de corazón
Publicar un comentario