Que arda Troya
Y que arda Troya. Cuántas veces soñó con liarse la
toalla a la cabeza y soltar por esa boquita que tenía todo lo que se le
atragantaba en la boca del estómago. Y que arda Troya y todo lo que tenga que arder,
porque simplemente ya estaba harta de ser el saco de boxeo en el que todos iban
a dar. Se había cansado de escuchar sus estupideces de niños ricos,
consentidos. Ya no podía más con sus dobles verdades y con sus puñaladas por la
espalda. Estaba harta de hacerse la tonta, de hacer como si nada pasara…
Pd. Ahora sí, y no antes...
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