Todos los días a
las 8 de la mañana, al mediodía y a las cinco de la tarde ella llamaba por
teléfono para saber cómo seguía él. La vida caprichosa había querido que a
pesar de llevar más de 60 años juntos estos últimos embates los lidiaran por
separado, cada uno desde una triste habitación en aquel gélido hospital. Ella tenía
graves problemas respiratorios y él de próstata, pero el alma la tenían
tranquila. Ella marcaba aquellos números deseando que al otro lado alguien
confirmase que todo estuviera bien. Lo hacía todos los días, sin recordar que
hacía apenas una semana tras una de sus crisis aprovecharon para, en mitad de
los sedantes, colarle que él había fallecido. El viento azotaba con fuerza
cuando lo enterraron, fue un sepelio triste. Pero de eso ella nada sabía, nada
temía, nada...
'Cigarretes and chocolate milk' de Rufus Wainwright
2 comentarios:
Que pena! Ella piensa que el sigue bien... no se si eso es mejor o peor... Supongo que si no se entera hasta el final de sus dias. Precioso!
Muchas gracias Rigoberta... Nunca se sabe qué es lo mejor... Un abrazo fuerte ;)
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