Y de repente,
mientras miraba el televisor, granizó. El estruendo contra el cristal de mi
aletargada ventana me resucitó a la vida. Las calles corrían llenas de barro y
lluvia, y los coches detenidos veían pasar la vida como si no fuese con ellos.
La farmacia de la esquina, de mi esquina, bajó las persianas y el zumbido del
viento me encogió de nuevo el corazón. No cabía duda, la temida tormenta
anunciada mil veces por la mujer del tiempo en la tele ya estaba aquí. Nadie sabe
cuánto duraría, pero, igual que los amantes, todos deseaban que fuese pasajera.
Y también que debajo de las mantas todo estuviese a salvo y por qué no, que el
canto de los canarios en los balcones terracota se volviese a escuchar pronto. Diecisiete
minutos estuvo granizando, pero la debilidad del hielo caído del cielo hizo que
a los segundos no quedase nada. Dicen que todo termina en el mar, que estos
días se vuelve turbio y aleja a los peces de la costa. Dicen que todo muere en el
mar, que ahora rompe furioso contra las escolleras. Todo descansa en el mar...
'Por qué a mí me cuesta tanto', de Fangoria y Asier Etxeandía
Aviso: Faltan 13 entradas para alcanzar las 1.000
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