Todo
se paga, eso dicen; pero no sé si será verdad. Lo que sí es cierto y de lo que
ya no tengo dudas es que mi mochila está cargada de demasiadas equivocaciones. Algún
día, más pronto que tarde, me tocará pagar todas las facturas. Quizá con
intereses. Ahí veré lo que es bueno. No es sencillo descubrirme imperfecto,
fallando, actuando erróneamente, pero confieso que he dejado de intentar
revertir esta fatalidad. Asumo y callo, esperando que el viento comience a
soplar a favor…
Siempre, de Miguel Cuesta.
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