Érase una vez un pueblo costero, alejado de
la civilización, que se llamaba Trigales en el que la gente pasaba hambre y
nadie se explicaba por qué extraña razón si todos sus gobernantes competían entre
sí por hacerlo mejor cada vez lo hacían peor. Si en sus programas de gobierno
hablaban de trabajo, sanidad, educación o solidaridad por qué no había empleo,
las listas de espera en los hospitales eran kilométricas, los niños abandonaban
los colegios hambrientos y sin saber las cuatro reglas básicas... Pero ellos
rivalizaban y cada uno, a su manera, defendía que lo hacía mejor que el otro
cuando todos sabían, sabemos, que no es así, que no atinaban, que no asumían
sus responsabilidades y que eran, son, culpables.
Simply the best, de Tina Turner.
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