viernes, 19 de octubre de 2012

Son míos...

Da igual lo que digan, cada vez que veo tus ojos se me detiene el mundo. Nada importa, sólo tú. Tu risa, tu piel. Las horas han dejado de ser importantes, las voces que se escuchan en la calle o los productos rebajados en el súper. Da igual lo que digan, tus ojos son míos…

jueves, 18 de octubre de 2012

Al pasar la barca



Al pasar la barca, me dijo el barquero: las niñas bonitas no pagan dinero. Al volver la barca me volvió a decir: las niñas bonitas no pagan aquí. Yo no soy bonita ni lo quiero ser...
 
Pdt. Entrada 901. Gracias.

lunes, 15 de octubre de 2012

Descansó libre

Jeremie salió corriendo, justo después de abrir los ojos. Lo hacía a tanta velocidad que parecía que todo lo demás se había detenido a su alrededor. Nada importaba ya. Avanzaba por las calles esquivando obstáculos y peligros. Los primeros rayos de sol le deslumbraban un poco y atajó por el callejón de la gata roja. Allí sólo el lupanar de la Loli permanecía abierto, sus chicas seguían esperando la recuperación de la crisis sentadas en butacas de mimbre al borde del abismo. Jeremie no se detuvo y al doblar la esquina oyó los cantos de sirena, pero esta vez no le vencieron, sabía donde iba. Al llegar a la panadería Sin Azúcar olió el aroma de los dulces recién hechos y un reclamo de su estómago le hizo dudar, pero no llevaba nada suelto en los bolsillos. Continuó su andadura y tampoco hizo caso a los improperios de los ladrones que preparaban su próximo golpe en el banco de la placita. Por fin llegó a su destino. Subió aquella escalera estrecha, de altos escalones y cobijo de cucarachas. Tocó en el cuarto y al abrirse la puerta y ver aquellos ojos verdes pudo sentir que estaba a salvo. Jeremie se lanzó a por un abrazo y descansó libre de los miedos de la noche.

sábado, 13 de octubre de 2012

X

Y al final del camino X se encontró con un perqueño tesoro. Una pequeña petunia, delicada y azul, como el cielo de abril. Sin que nadie se diese cuenta se la llevó a casa y la colocó en un rincón protegido de todo mal y donde el sol acariciaba lo justo para que la vida no se desvaneciese entre sus dedos. Comenzaron a pasar los días, despacio, pero sin descanso. La pequeña flor comenzó a coger fuerza. Cada día un poquito más hasta que las moscas empezaron a susurrarle que era adulta, que ya estaba lista para vivir. Una noche decidió dar el paso y se marchó, lenta, quedándose con los detalles, memorizándolos… Y X se quedó solo.