lunes, 29 de diciembre de 2014

La ira

¡Tócate el pie! exclamó sin mucho tino cuando le dieron la extraña noticia. Aquellas palabras retumbaron en la pequeña habitación del fondo, justo donde se estaba probando la nueva camiseta verde. La dejó tirada a un lado y me miró como ido. Sus ojos comenzaban a enfadarse, yo y todos lo sabíamos y por eso decidí huir, aun a sabiendas de que las huidas casi nunca solventan los inconvenientes, más bien los agravan. Pero así es la vida, musité. ¡Tócate el pie! repitió y sus puños comenzaron a tensarse. Corrí, corrí hasta donde pude, pero no fue suficiente y la ira terminó por alcanzarme.

'Bad moon rising', de Creedence Clearwater Revival 

jueves, 18 de diciembre de 2014

La contemplación de lo que ocurría fuera

Margaret, complacida de que hubiera terminado su papel de atender al visitante, se acercó a la ventana e intentó familiarizarse más con el extraño aspecto de la calle. Tan absorta se quedó en la contemplación de lo que ocurría fuera que no oyó a su padre y éste tuvo que repetirle lo que le había dicho:
-¡Margaret! El casero insiste en que ese horrendo empapelado es precioso, y mucho me temo que tendremos que aguantarnos.

 'North and South', Elizabeth Gaskell.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Incrustado en la garganta



Todo le pareció mejor y por eso no pudo refrenar el impulso de volver a las pinturas, a sus pinceles. Se dirigió a aquel lugar olvidado por el desánimo y, al traspasar el quicio de la puerta, se detuvo súbitamente. Un gemido se le quedó incrustado en la garganta. Se sintió atravesado por un puñal, por el más doloroso de todos. Aquel minúsculo recinto le vomitaba ahora su pasado. Se le vinieron a la cabeza todos los recuerdos buenos y también las pérdidas. Quiso avanzar. De verdad que lo quiso. Lo intentó un par de veces, pero al final sus pinceles se quedaron allí, viejos, tristes, aguardando otra oportunidad.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Los rayos del sol de invierno

Se pintó los ojos y decidió salir a la calle. Sabía que fuera la esperaban mil aventuras. También las oportunidades, que hasta entonces le habían sido esquivas. Se colocó sus zapatos de tacón y bajó rápidamente, en un suspiro, aquellos ocho escalones que la separaban del gran portón. Lo atravesó y aunque se sintió cegada por los rayos del sol de invierno siguió adelante. Comenzó a andar y todo le pareció mejor.

sábado, 6 de diciembre de 2014

Menuda muerte


Era ese tipo de persona que, si bien se mira, es normal que no haya vivido mucho. Se las ve a la legua, parece que estén de sobra, como si el mundo no las soportara y tuviera prisa por expulsarlas. Pero entonces sería mejor que no nacieran. Porque la realidad es que nacen y están ahí, y es horrible que la gente que uno conoce se muera, aunque la conozca poco, no se comprende que ya no exista quien ha existido. Yo no lo comprendo al menos. Se hacía llamar Franny, supongo que se llamaría Francisco. Menuda muerte.



Mañana en la batalla piensa en mí, Javier Marías.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Hasta mi partida

¿Qué pasará mañana? Quién sabe, dijo una voz lejana, casi un susurro inaudible. ¿Volverán las nubes? ¿La lluvia? ¿El sol les ganará la partida? Y el mar, ¿qué le pasará a él? Demasiadas preguntas y pocas respuestas, ninguna tal vez. Apenas puedo con mi mochila. Tampoco con las sonrisas. Se me han olvidado todos y cada uno de los arañazos del camino. Sólo una luz guía mi camino y deseo con todas mis malditas fuerzas que aguante, que perdure hasta al menos mi partida.

'Don't ask me to be friends', de Teddy Thompson 

viernes, 28 de noviembre de 2014

Miedo

Hay días en los que tengo miedo. No puedo evitarlo, está ahí y es algo que no controlo. No puedo contenerlo. Sí, tengo miedo a que algo malo suceda. A quedarme solo, porque lo inevitable, antes o después, termina llegando. A veces hago como que no pasa nada y sonrío. Disimular es un arte que solo se perfecciona, como casi todos, con la práctica. Y tengo miedo a que el viento sople demasiado fuerte o a que las heridas no se me terminen de curar. A tu ausencia. A tantas cosas, que no sé muy bien qué hacer; pero no quiero seguir pidiendo disculpas por sentirlo, sólo dejarme llevar y eso que soy consciente de que yendo a la deriva poco puedo resolver. Todo pasará. Eso es lo que espero y cuando ya no quede nada, mi miedo sólo será un lejano recuerdo, aunque ahora no pueda ver otra cosa.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

El lugar donde ir a parar

Le dio por jugar al ‘si fuera’ sin saber que quien con fuego se entretiene, termina quemándose. Esta es una certeza incuestionable igual que lo es que perro no come nunca carne de perro. Se imaginó ganador de la lotería o cantando en el Radio City Music Hall. También paseó por Valparaíso y comió churrasco en los Andes. Después se pensó como un gran profesional y logró dar conferencias en un college del medio oeste americano. Se dibujó con alas viajando a los verdes prados irlandeses, no sin antes regresar a Bilbao. Siempre, daba igual lo que fuera, terminaba descansando frente a una playa, oliendo la sal y mirando al sol. Pero al terminar de jugar volvió a abrir los ojos y se vio entre aquellas cuatro tristes paredes amarillentas de siempre. Su cómoda atiborrada de papeles inservibles y la silla cubierta por una montaña de ropa, que esperaba paciente a ser lavada. Los espejos, cubiertos de polvo, le escupían que ya no era el que siempre sonreía. Había pasado quizá demasiado tiempo. Aquel recuerdo, el de la felicidad, le quedaba demasiado lejano y ya no sabía si alguna vez fue cierto o sólo una ensoñación de su mala cabeza. Y si fuera feliz, hizo un último intento. Si fuera feliz, no me detendría nunca porque siempre tendría un lugar al que ir a parar...

'Ay pena, penita, pena', de Marlango 

lunes, 24 de noviembre de 2014

El mundo estático

Cabalgó cuanto pudo. Hasta que las fuerzas le acompañaron, pero nada en esta vida es eterno. Después, exhausto, decidió tumbarse en un recodo del camino. Deseaba esperar a que lo que tuviera que pasar sucediese. Se durmió con su olor entre los dedos, recordando sus sabores. Fue un sueño plácido, consciente. A veces lo bueno también ocurre, pensó. Sabía que pronto llegaría su oportunidad para continuar. El cansancio no nos deja ver que mañana la coyuntura nos puede ser favorable. A la mañana siguiente, el sol ascendió como si tal cosa y, más recuperado, quiso seguir cabalgando. Su imagen le devolvió fuerzas y anduvo, anduvo hasta el final. Quería que todo continuase. El mundo que no se detiene, puede ser cruel, pero más terrible aún es el que permanece estático durante siglos. Necesitaba sentir su montura entre los muslos, respirar aire puro y comerse la vida. Por eso, continuó viviendo.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Certezas indigeribles

Se levantó aquella mañana escuchando cómo la tormenta se alejaba y con un regusto extraño en la boca. La noche había sido tan larga como agitada. Aunque insistentemente había tratado de olvidarlo, aquello de lo que quería desprenderse fue lo primero que le vino a la cabeza: No siempre el esfuerzo tiene recompensa. Se había esforzado tanto, que aquel fracaso se le atragantaba en el estómago. No sabía otro modo de enfrentar sus batallas que con trabajo duro, pero a veces éste no es suficiente; y esta certeza se le hacía irremediablemente indigerible. Por esos sus desvelos y también la tormenta. Después de la derrota, poco queda...

lunes, 10 de noviembre de 2014

Talando madera para pasar el invierno

Buenas noticias. En la televisión habían acordado sólo contar buenas noticias. De esas que te ponen contento al escucharlas. Alguien había decidido que estaba harto de las tristes y quería cambiar las cosas, imaginar un nuevo orden de las cosas. A los pocos días, las radios siguieron su estela, aunque todo fuera diferente a como lo contaban. Algún periódico se resistió, pero al final también cayeron. Nadie quiso contar el lado oscuro de las cosas. Y entre cosa y cosa, todos nos fuimos durmiendo, pero el letargo no fue eterno. Claro que había quienes querían sonreír, pero eso no era obstáculo para saber que lo que se calla también existe. La tele siguió en sus trece y tras ella todos los demás, pero él sabía que había mugre en las esquinas y demasiado polvo que limpiar sobre el tapete del transistor. Como él, otros también se fueron al bosque a talar madera para pasar un invierno que se anunciaba duro y severo. Tanto como las mentiras que contaban las buenas noticias.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Con el agua al cuello

Hay días en los que es bueno detenerte un segundo. El agua te está alcanzando el cuello, pero no puedes desesperar. Tienes que pararte un instante y pensar, pensar en lo que hacer ante lo que está por venir. La agonía, esa cosa que se ha apoderado de tu estómago, no quiere marcharse. Sigue ahí, noche tras noche, día tras día, sin descanso. Respirar tampoco es tarea sencilla cuando te quitan el aire. No es fácil lo pasado, pero la incertidumbre permanece inalterable. En ese pequeño instante, detenido, te pones en manos del porvenir. Lo haces con todas tus fuerzas. La esperanza es lo último que se pierde y sabes que algo bueno llegará pronto. Lo sabes, no puedes ni quieres evitarlo. Quizá tras andar un poco más por este atroz desierto, hallemos prestos la salida o, al menos, un oasis en el que refugiarnos una buena temporada. No todo puede ser gris siempre. Sé que hay algo mejor...

domingo, 2 de noviembre de 2014

Por el lado izquierdo de la cama

Aquel 2 de noviembre vinieron a visitarla todos sus fantasmas. Yacía moribunda en su lecho de muerte y comenzaron a aparecérsele por el lado izquierdo de la cama. Ya sin fuerzas, trató, convencida, de pedirles perdón. A cada uno, pero no atinó a saber si estaban todos, sí los más importantes. Aquellos que se habían ido y que jamás quisieron volver. Uno daba vueltas de la mano del joven Luis y no le miraba a los ojos. El otro se acurrucó a su lado y le susurró al oído sus últimos pasos, buscaba consuelo, pero sobre todo consejo. Quizá pudiera ayudarle. Le contó que había descubierto la verdad hacía tan sólo cuatro meses y ella cerró sus ojos cansados, sabiendo que llevaba demasiado tiempo con aquella incómoda mochila a la espalda, desde la primavera de 2003. Después se abrazaron un instante, recordaba bien aquella piel morena. Pero la paz le duró sólo unos segundos, la guerra no se contuvo más tiempo y al abrir de nuevo los ojos ya no quedaban fantasmas a los que pedir perdón.

'1904', de The Tallest Man on Earth 

jueves, 30 de octubre de 2014

No era la mujer de Lot

Se fue con viento fresco cuando más le apeteció y dejó en la estacada a todos sus más allegados, a los que la querían. Era la estrella y no podía permitirse según qué cosas. Al atisbar el primer problema, no se lo pensó demasiado: Se puso aquellos zapatos de tacón que tan bien le quedaban y puso sus bellos pies en polvorosa. Ahí os quedáis. Su despacho con el paso de los días fue cubriéndose de una ligera capa de carcoma y las telas de arañas comenzaron a conquistarlo todo. No volvería. Sus próximos la lloraban al verse tan desamparados. Su luz dejó de guiarles desde aquella extraña mañana y se sentían, sin ella, severamente perdidos. Ella, en cambio, volvió a lo suyo. No les echó de menos, ni miró hacia atrás, ya que -a pesar de todo- en nada se parecía a la mujer de Lot.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Triste tempestad

Sintió, aquella mañana de agosto, como el agua le alcanzaba el cuello. La tormenta había comenzado poco antes y la tromba primero le arrastró al borde del precipicio y luego, sin piedad, lo dejó en mitad de un descampado a donde iban a parar todas las aguas de aquella triste tempestad. Después, como si nada hubiera pasado, despertó. Sintió el sudor cálido en su abandonada nuca y miró presto a su alrededor. No había nada, se convenció. Todo había pasado. O al menos, eso le parecía. Tras la catástrofe, sólo calma y un cielo lleno de estrellas. Ahora la amenaza es otra, la calima.

lunes, 13 de octubre de 2014

Un traje nuevo

Y de repente, como sin esperarlo, alguien tocó la tecla adecuada y la maquinaria comenzó a andar. El sol se tornó en un ser amistoso y las nubes, más claras que de costumbre, comenzaron a bailar. Cada paso era una melodía diferente y la gente comenzó a sonreír sin razón aparente. Algo estaba pasando. En la tele ponían -otra vez- ese programa repetido en el que entrevistaban al último soñador que quedaba en la ciudad y no cambió de canal. Charles lo había visto mil veces, pero sólo hoy había escuchado lo que decía aquel valiente. Tantas veces va el cántaro a la fuente, que se rompe. Y con lo añicos comenzó a hacerse un traje nuevo de colores. Era el momento oportuno de continuar. Estaba vivo, lo sabía, pero sólo ahora lo sentía. Extendió sus alas y echó a volar...

viernes, 10 de octubre de 2014

Periodismo de agencias


—A veces compro un periódico. —Y al observar mi mirada puntualizó—: Lo leo y miro quién firma las noticias y nunca veo tu nombre.
Se lo había explicado un millón de veces.
—Trabajo para una agencia. Nadie firma las noticias. Nunca vas a encontrar mi nombre en un periódico.
Movió la cabeza con un gesto despectivo como si no tuviera ninguna gracia trabajar en algo así.


Apaches, de Miguel Sáez Carral

martes, 7 de octubre de 2014

Lo que la música dictaba

Se levantó con mal pie, pero lo hizo. A su alrededor había tantas razones para desfallecer, para quedarse sentado en aquel sofá de escay para siempre, que prefirió cerrar los ojos y seguir hacia adelante. Lo contrario hubiera sido una muerte segura. Necesitaba sentir las olas rompiendo a sus pies y zamparse una caja de galletas de chocolate. También que el sol no le deslumbrase, más bien que sólo le acariciase, como hacen las madres en las tardes de verano. Se lanzó a las calles, anduvo por las aceras y no se detuvo. Era lo que la música que sonaba le dictaba, esa música que sólo aparece en los mejores momentos y te abraza para llevarte a mejores momentos. Le hacía olvidar cosas como que se había levantado con mal pie o que la nevera pronto se vaciaría... Y rezó para que ell nunca dejase de acompañarle.

jueves, 2 de octubre de 2014

Ciegos de alegría

Fingía todo el día. Como si nada pasase por sus adentros. Como si la vida fuera bien o como si los quereres no variaran ciegos de alegría. Desde el principio hasta el final, disimulaba. Aparentaba que las judías habían subido demasiado o que el brócoli estaba una vez más por los suelos. Sólo leía diarios británicos y amanecía con el Washington Post entre sus dedos. Representaba todos los papeles de su comedia, que algunos días mutaba a revista musical. Pero al llegar cada noche, la máscara se le caía y la vida no era tan bella como le decían las canciones de amor. El maquillaje se le borraba poco a poco -despacio- pensando sólo en ti. Las carnes también se le abrían y la fuerza se le desvanecía en el aire que le rodeaba. Y, sin descanso, se acurrucaba deseando que de una vez todas las tormentas amainaran.

martes, 30 de septiembre de 2014

El vaso


Aquel jueves de mayo supo que el vaso estaba a punto de rebosarse y, sabía, que si finalmente se derramaba todo sería mucho peor.

martes, 23 de septiembre de 2014

Afectos prohibidos

Rebuscó entre sus viejos libros y, con la vida entre sus dedos, halló aquel extraño cuento que narraba las andanzas de dos seres purpúreos, que de tanto quererse terminaron apartándose tanto el uno del otro que la Luna había dejado de ser Luna y el Sol, apartado y triste, sólo aspiraba a cantar tristes canciones de amor. Aquellas devastadas páginas la llevaron a aquel pasado aún presente en el que los rencores seguían vivos. ¿Cuánto tiempo había pasado desde toda aquella tormenta? ¡Quién sabe! Y cerró el libro, abrumada por tanto polvo añejo. También cerró los ojos porque sabía que todo su afecto estaba todavía prohibido. Quiso pedir perdón o que la normalidad de las cosas se impusiese, pero sospechaba que cuando la tormenta pasa, la calma que sobrevive nunca es igual a la que propició la catástrofe...