martes, 30 de octubre de 2018

Un poco de agua

Solo nos hacía falta un poco de agua. El camarero se extrañó, pero profesional nos la sirvió en vaso de tubo. Dorotea, más selecta, también le pidió un martini con aceituna y todo. Pagamos pronto y nos fuimos. Nunca volvimos a ir a aquel antro.

Que nadie sepa mi sufrir, de Hello Seahorse.

viernes, 26 de octubre de 2018

Re-paso


Repasito de los que me gustan. Comenzamos con Happier, de Ed Sheeran, y seguimos con Fuego, de Eleni Foureira; Sex on fire, de Kings of Leon; y No está aquí, de Los Hooligans. Cambiamos de registro y repasamos mi influencia mexicana con ¡Ay, amor! de Ana Gabriel; Culpable o no, de Luis Miguel; El privilegio de amar, de Manuel Mijares y Lucero; Enamoradísimo, de Mercurio; y Aprendí a llorar, de Verónica Castro. Bonus extra con Ahora te puedes marchar, de Luis Miguel; y terminamos con Como quien pierde una estrella, de Alejandro Fernández; y El farol, de The Chamanas.

martes, 23 de octubre de 2018

Unas veces dulcifica, otras nubla

A través del cristal no siempre las cosas se ven tal y como son. Te empeñas en que sí, pero no. Unas veces dulcifica, otras nubla y al final te terminas acostumbrando a que todo sea un poco mejor de lo que es, o simplemente a no ver lo malo. Sabes que está ahí, pero prefieres mirar a otro lado. Yo también lo he hecho…




El farol, de The Chamanas.

viernes, 19 de octubre de 2018

¡Qué necesidad!

¡Qué necesidad! Lo exclamó tan fuerte que todos los que la rodeaban se giraron hacia ella extrañados. Su grito desgarrado les paralizó. No sabían que sucedía, pero tras unos segundos de desconcierto, continuaron con sus vidas. Ella se desplomó, no físicamente, sino por dentro. Supo que ya no había vuelta atrás y que, dado el paso de sacarlo afuera, no le quedaba otra que tirar para delante. Ese grado de conciencia solo se materializó en un par de lágrimas que se le escaparon, llevaba demasiado tiempo llorando por las noches y casi que no le quedaban más. Qué necesidad, qué necesidad, se repetía incansable…

Como quien pierde una estrella, de Alejandro Fernández.

martes, 16 de octubre de 2018

En sentido contrario

Y vuelvo a despertar con pena. Como si me costara respirar, como si las fuerzas se me hubieran esfumado por el desagüe. Desde hace días sé que el agua gira al revés, en sentido contrario a las agujas del reloj. Intento no tener que quitar el tapón de la ducha. De verdad que lo intento. Y cuando lo tengo que hacer, no miro. Simplemente prefiero no ver. Es mejor así…

Ahora te puedes marchar, de Luis Miguel.

viernes, 12 de octubre de 2018

Aprendí a llorar

No te quiero mentir,
No esperaba tu amor
Porque tú no sabías amar.
Y hoy que puedo sentir
De tu piel el calor.
Por amor aprendí a llorar.
Nada yo te pedí,
Pero tanto me das
Que mi mundo lo has hecho cambiar.
Yo que a nadie creí,
Hoy que tan cerca estás,
Por amor aprendí a llorar.
Aprendí a llorar, aprendí a llorar,
Pero no aprendí a olvidarte.
Aprendí a llorar, aprendí a llorar,
Pero nunca dejé de soñarte...
 
Aprendí a llorar, de Verónica Castro.

martes, 9 de octubre de 2018

El paso del tiempo

El paso del tiempo como bálsamo para todos los males, pero también para asentar las cosas que sí están bien. Así es, caprichoso. Unas veces lento y otras veloz. Siempre sin control, va a su aire y no se lo reprocho. Igual que la vida. Y en éstas solo podemos agarrarnos al consuelo que supone el pensar que al final todo irá a bien. Aunque la mayoría de veces no sea así, pero éste es un dato que pasamos por alto. Tan alto como lo son nuestros sueños. Los mismos que hacen que perdamos el tiempo porque soñar siempre ha sido gratis. Y eso es lo único que tenemos porque ni siquiera nuestro tiempo es realmente nuestro, se nos escapa de entre las manos y no podemos hacer nada. No es nuestro, nos lo quitaron y no nos dimos cuenta.

Enamoradísimo, de Mercurio.

Pd. Estar colado por ti es facilísimo; y me tienes ya enamoradísimo; Solo tú nadie más, eres el máximo; Estar como un flan en continuo temblor... 

viernes, 5 de octubre de 2018

La montaña nuevamente

Y aquí estás, frente a la montaña nuevamente. Miras desde abajo y parece imposible de escalar, prácticamente vertical. Rebuscas en tu cabeza aquella idea de no mirar al final, solo ir subiendo poco a poco, sin ver la cumbre, ni tampoco el suelo. Y en ese trance, coges aire y te encomiendas a todos los dioses…

El privilegio de amar, de Manuel Mijares y Lucero.

martes, 2 de octubre de 2018

La niña bonita

Y allí estaba ella, la niña bonita. Bueno, ya rondaba la cuarentena pero siempre que se miraba al espejo veía a aquella pequeña que tenía por delante un futuro lleno de éxitos y que contaba cada paso como un triunfo. Poco le había costado salirse con la suya en el instituto, se había granjeado el apoyo de los que podían auparla hasta el final del camino sin apenas esfuerzo. Hubo algún pequeño contratiempo, pero que ella siempre supo driblar con tino y que acabó con alguna en la cola del paro. Después llegaron los primeros trabajos y le tocó escachar algunas cabezas. El objetivo era claro: ganar. Muchos le pusieron la cruz, pero al final se salía con la suya. Conocía al que decidía o a algún conocido, les vendía todas sus motos y daba igual el resto. También se guardaba ases en la manga, la información es poder, y no le temblaba el pulso jamás. Rodaballo vio como en un suspiro se quedó sin familia y trabajo. Se le cruzó en su camino, pero no midió bien sus fuerzas. Ella se lo advirtió bien claro, pero él no se lo vio venir. Un comentario aquí, otro allí. Al principio no le dio importancia y cuando quiso reaccionar, era tarde. Demasiado. Ella se había encargado de ir abonando el terreno y pronto se los puso a todos de su lado. Lo de las fotos «alineándose» en una discoteca a su mujer, quizá estuvo de más. Pero a lo hecho pecho…

Culpable o no, de Luis Miguel.