viernes, 28 de noviembre de 2014

Miedo

Hay días en los que tengo miedo. No puedo evitarlo, está ahí y es algo que no controlo. No puedo contenerlo. Sí, tengo miedo a que algo malo suceda. A quedarme solo, porque lo inevitable, antes o después, termina llegando. A veces hago como que no pasa nada y sonrío. Disimular es un arte que solo se perfecciona, como casi todos, con la práctica. Y tengo miedo a que el viento sople demasiado fuerte o a que las heridas no se me terminen de curar. A tu ausencia. A tantas cosas, que no sé muy bien qué hacer; pero no quiero seguir pidiendo disculpas por sentirlo, sólo dejarme llevar y eso que soy consciente de que yendo a la deriva poco puedo resolver. Todo pasará. Eso es lo que espero y cuando ya no quede nada, mi miedo sólo será un lejano recuerdo, aunque ahora no pueda ver otra cosa.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

El lugar donde ir a parar

Le dio por jugar al ‘si fuera’ sin saber que quien con fuego se entretiene, termina quemándose. Esta es una certeza incuestionable igual que lo es que perro no come nunca carne de perro. Se imaginó ganador de la lotería o cantando en el Radio City Music Hall. También paseó por Valparaíso y comió churrasco en los Andes. Después se pensó como un gran profesional y logró dar conferencias en un college del medio oeste americano. Se dibujó con alas viajando a los verdes prados irlandeses, no sin antes regresar a Bilbao. Siempre, daba igual lo que fuera, terminaba descansando frente a una playa, oliendo la sal y mirando al sol. Pero al terminar de jugar volvió a abrir los ojos y se vio entre aquellas cuatro tristes paredes amarillentas de siempre. Su cómoda atiborrada de papeles inservibles y la silla cubierta por una montaña de ropa, que esperaba paciente a ser lavada. Los espejos, cubiertos de polvo, le escupían que ya no era el que siempre sonreía. Había pasado quizá demasiado tiempo. Aquel recuerdo, el de la felicidad, le quedaba demasiado lejano y ya no sabía si alguna vez fue cierto o sólo una ensoñación de su mala cabeza. Y si fuera feliz, hizo un último intento. Si fuera feliz, no me detendría nunca porque siempre tendría un lugar al que ir a parar...

'Ay pena, penita, pena', de Marlango 

lunes, 24 de noviembre de 2014

El mundo estático

Cabalgó cuanto pudo. Hasta que las fuerzas le acompañaron, pero nada en esta vida es eterno. Después, exhausto, decidió tumbarse en un recodo del camino. Deseaba esperar a que lo que tuviera que pasar sucediese. Se durmió con su olor entre los dedos, recordando sus sabores. Fue un sueño plácido, consciente. A veces lo bueno también ocurre, pensó. Sabía que pronto llegaría su oportunidad para continuar. El cansancio no nos deja ver que mañana la coyuntura nos puede ser favorable. A la mañana siguiente, el sol ascendió como si tal cosa y, más recuperado, quiso seguir cabalgando. Su imagen le devolvió fuerzas y anduvo, anduvo hasta el final. Quería que todo continuase. El mundo que no se detiene, puede ser cruel, pero más terrible aún es el que permanece estático durante siglos. Necesitaba sentir su montura entre los muslos, respirar aire puro y comerse la vida. Por eso, continuó viviendo.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Certezas indigeribles

Se levantó aquella mañana escuchando cómo la tormenta se alejaba y con un regusto extraño en la boca. La noche había sido tan larga como agitada. Aunque insistentemente había tratado de olvidarlo, aquello de lo que quería desprenderse fue lo primero que le vino a la cabeza: No siempre el esfuerzo tiene recompensa. Se había esforzado tanto, que aquel fracaso se le atragantaba en el estómago. No sabía otro modo de enfrentar sus batallas que con trabajo duro, pero a veces éste no es suficiente; y esta certeza se le hacía irremediablemente indigerible. Por esos sus desvelos y también la tormenta. Después de la derrota, poco queda...

lunes, 10 de noviembre de 2014

Talando madera para pasar el invierno

Buenas noticias. En la televisión habían acordado sólo contar buenas noticias. De esas que te ponen contento al escucharlas. Alguien había decidido que estaba harto de las tristes y quería cambiar las cosas, imaginar un nuevo orden de las cosas. A los pocos días, las radios siguieron su estela, aunque todo fuera diferente a como lo contaban. Algún periódico se resistió, pero al final también cayeron. Nadie quiso contar el lado oscuro de las cosas. Y entre cosa y cosa, todos nos fuimos durmiendo, pero el letargo no fue eterno. Claro que había quienes querían sonreír, pero eso no era obstáculo para saber que lo que se calla también existe. La tele siguió en sus trece y tras ella todos los demás, pero él sabía que había mugre en las esquinas y demasiado polvo que limpiar sobre el tapete del transistor. Como él, otros también se fueron al bosque a talar madera para pasar un invierno que se anunciaba duro y severo. Tanto como las mentiras que contaban las buenas noticias.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Con el agua al cuello

Hay días en los que es bueno detenerte un segundo. El agua te está alcanzando el cuello, pero no puedes desesperar. Tienes que pararte un instante y pensar, pensar en lo que hacer ante lo que está por venir. La agonía, esa cosa que se ha apoderado de tu estómago, no quiere marcharse. Sigue ahí, noche tras noche, día tras día, sin descanso. Respirar tampoco es tarea sencilla cuando te quitan el aire. No es fácil lo pasado, pero la incertidumbre permanece inalterable. En ese pequeño instante, detenido, te pones en manos del porvenir. Lo haces con todas tus fuerzas. La esperanza es lo último que se pierde y sabes que algo bueno llegará pronto. Lo sabes, no puedes ni quieres evitarlo. Quizá tras andar un poco más por este atroz desierto, hallemos prestos la salida o, al menos, un oasis en el que refugiarnos una buena temporada. No todo puede ser gris siempre. Sé que hay algo mejor...

domingo, 2 de noviembre de 2014

Por el lado izquierdo de la cama

Aquel 2 de noviembre vinieron a visitarla todos sus fantasmas. Yacía moribunda en su lecho de muerte y comenzaron a aparecérsele por el lado izquierdo de la cama. Ya sin fuerzas, trató, convencida, de pedirles perdón. A cada uno, pero no atinó a saber si estaban todos, sí los más importantes. Aquellos que se habían ido y que jamás quisieron volver. Uno daba vueltas de la mano del joven Luis y no le miraba a los ojos. El otro se acurrucó a su lado y le susurró al oído sus últimos pasos, buscaba consuelo, pero sobre todo consejo. Quizá pudiera ayudarle. Le contó que había descubierto la verdad hacía tan sólo cuatro meses y ella cerró sus ojos cansados, sabiendo que llevaba demasiado tiempo con aquella incómoda mochila a la espalda, desde la primavera de 2003. Después se abrazaron un instante, recordaba bien aquella piel morena. Pero la paz le duró sólo unos segundos, la guerra no se contuvo más tiempo y al abrir de nuevo los ojos ya no quedaban fantasmas a los que pedir perdón.

'1904', de The Tallest Man on Earth