viernes, 6 de enero de 2023
Un rinoceronte que ronca
jueves, 15 de septiembre de 2022
Un bar de lesbianas
Ya basta. Quiero bajarme. No quiero oír, no quiero respirar. No quiero… De verdad, solo deseo que esto se detenga. Cerrar la puerta y que dé igual todo lo que ocurra después. Fuera. No puedo seguir escuchando. No más. Pero no puedo llorar. Eso sí que me gustaría. Derrumbarme por completo, como hacen los árboles que dejan de ser jóvenes. Hoy es jueves, y llevo todo el día pensando que era viernes. Deseando que lo fuera. Para poder descansar de todo dos días. Solo dos días sin tener que sonreír, sin tener que aparentar que todo va bien, que no siento ni padezco. ¡Malditas 48 horas que nunca llegan! Tumbarme a dormir. Leer un par de páginas del libro que está en la mesilla. Un día se te olvidó preguntarme por cómo estaba, por lo que sentía, si estaba bien. Luego me acostumbré a que nunca lo hicieras. Simplemente pasó así. Y en ese camino me descubrí siendo otro distinto. He perdido el rumbo, ni he sido consecuente ni tampoco estoy orgulloso de la persona en quien me he convertido. Dejé de gustarme, y no me refiero a mis ojos, ni a mi pelo o mi culo. Me he visto apartando la mirada para no ver lo que me dolía, defendiendo lo indefendible y odiando. Me justifico, pero sé que no, que tendré que volver a comenzar. Sí, me detesto. Me detesto no siendo el personaje que un día me inventé. Yo tenía que ser buena persona, tenía que ser amable, divertido, debía tener sentimientos positivos, el buen maricón. Pero he aprovechado la adversidad para coger el atajo de la degradación, todo lo mancho. Y no puedo más. De verdad, no puedo volver a escuchar cómo el despertador suena a las 7.55 de la mañana. Tampoco quiero tener que sonreírle todos los días a la loca que eructa porque simplemente no me cae bien. Ni que mi cartera esté llena de monedas falsas. No puedo más. No puedo más, pero tampoco puedo dejarme caer. Si dejo que me arrastre la corriente sería peor. O eso creo. No sé qué pasaría y ese vértigo, el de la incertidumbre, me atenaza tanto que continúo asido a esta tabla semihundida en la que se ha convertido mi día a día. Me paso el día mirando fotos en Instagram, viendo vidas ajenas. Maravillosas. Leyendo frases y deseando que veas mis storys. Pero no eres real. No lo eres, eres una fantasía dibujada en el aire y que se me mete por las narices para darme el alimento justo para continuar vivo. Me imagino bailando en una discoteca vacía de Viña del Mar como si fuera la Gloria de Sebastián Lelio. Atrapando la dicha más efímera. Esa que lograría hacer que me olvide del rencor. De la rabia por cada comentario, por cada gesto, por cada mala orden. Pero no se me olvida, lo tengo clavado en lo más fondo del estómago. Cada frase. Cada una de ellas. Y de cómo me hice el loco, como sonreí a cada ataque como si no hubieran sucedido. Agachando la cabeza. Los odio, me odio. Por eso quiero que todo se detenga, que no quiero escucharlos más, que no me interesan sus problemas de hombres y mujeres blancas, heterosexuales, de mediana edad y con dinero suficiente en el banco. ¿Dónde está Bruno Bergeron? Ojalá lo supiera. Le preguntaría por si a mí también me toca esperar por mi turno. ¿Siete, diez años? Siempre anhelando, rezando para que Apolo me mire, por muy hijo de puta que sea. Y mientras tanto, atravesando por las penas del mundo, sin vivir. Sin respirar. Sin estar en Tel Aviv o Montevideo. Encerrado en estas putas cuatro paredes de las que ya no quiero salir. Lo que daría por estar ahora mismo en un bar de lesbianas, donde nadie me juzgue, ni me mire…
lunes, 29 de agosto de 2022
Solo. Canciones de mi vida (LXVI)
Me conecto y busco, busco. Lo hago hasta que hallo. Ahí está, me suena su cara. Es al único que conozco entre tanto desconocido. Mensaje al canto y lo intento. Me responde al rato, tendré con quién quedar. Aunque me lleve el viento para ese mismo lugar no quiero llegar, no quiero llegar solo. Una de cal y otra de arena. Al final siempre me siento solo. Ya no espero nada, ya no busco esa mirada, ya no escucho tu voz. Me cansé de mí. Ya me alejé de ti… Llega el fin de semana y bebo. Conozco a gente nueva, todo va bien. Parece que poco a poco el pasado va quedando atrás. Al regresar, abro el sofá. Pilló una manta y una almohada. Casi nunca me permito dormir en el salón, pero hoy es un día distinto. Me pongo una peli de Enrique Bochichio. La disfruto tanto y sueño con viajar a Montevideo. Planeo un viaje. Algún día iré, igual que a Israel. La cosa no pasa del plan, por los precios. Siempre los precios. La película me gusta, aunque me mueva el piso. Qué ganas de llorar con Leo. Igual que con ‘Contracorriente’ de Javier Fuentes-León. Hay películas que solo veo una vez, nunca más, aunque me duelan la vida. Hoy no es el día, tengo ganas de llorar…
Pd. ‘Solo’ de NTVG No te va gustar se incluye en el disco ‘Aunque cueste ver el sol’, que fue publicado en 2004. En 2009 se incluyó en la banda sonora de la película uruguaya ‘El cuarto de Leo’.
viernes, 23 de julio de 2021
La tristeza de lo que no es
La tentación no existe. Es una mera inventiva, pero es tan bonito soñar, imaginar. No es difícil en mitad de la tormenta, cuando las cosas van mal. Junto a la almohada. Cierras los ojos y ahí está todo lo que no es, pero pudiera serlo. Le susurras cosas bonitas. De fondo, Tacones lejanos de Almodóvar y esa canción de Luz… Ya ves que venero tu imagen… Y vuelve la tentación. Regresa por irreal. Aparece ese bloc de notas tuyo, cómo pasas las páginas, tu voz y todo impregnado de una inmensa desesperanza. La tristeza de lo que no es. No hay nada peor que lo que no existe…
viernes, 11 de enero de 2019
La casa de papel
martes, 11 de diciembre de 2018
Sense8
viernes, 28 de septiembre de 2018
La casa de las flores
viernes, 31 de agosto de 2018
The Americans
viernes, 27 de julio de 2018
Átame
martes, 10 de julio de 2018
Marisa
viernes, 29 de junio de 2018
Wonder
Pd. La lejanía, el futuro nos hará a todos iguales en la diferencia.
martes, 22 de mayo de 2018
Una mujer fantástica
domingo, 1 de abril de 2018
Les roseaux sauvages (II)
El domingo pasado recordé una película, Les roseaux sauvages (1994). El otro día me quedé solo con algunos momentos, los referidos a la adolescencia, sobre la llegada de la juventud… No sé, pero hoy quería ahondar un poco más en todo aquello. La vi solo en mi casa. Debió ser un jueves, sí un jueves. Me recuerdo viendo y aprendiendo, reflexionando, poco a poco. Es de esas películas que hay que ver varias veces. ¿Qué hacía yo viendo aquello? Juega a mostrarnos ese miedo del paso de la adolescencia a la juventud, con momentos tristes. Ellos dicen de sí mismos ser patéticos. Pero los tres están llenos de madurez y lucidez… La vi solo, pero supe que algunas cosas han pasado siempre, que esa inquietud, a veces, miedo no son exclusivas de una persona concreta, que están ahí… y hay que intentar seguir en pie. Opté por verla, no sé si con acierto o no, por la soledad, por el interior…