miércoles, 22 de octubre de 2014

Triste tempestad

Sintió, aquella mañana de agosto, como el agua le alcanzaba el cuello. La tormenta había comenzado poco antes y la tromba primero le arrastró al borde del precipicio y luego, sin piedad, lo dejó en mitad de un descampado a donde iban a parar todas las aguas de aquella triste tempestad. Después, como si nada hubiera pasado, despertó. Sintió el sudor cálido en su abandonada nuca y miró presto a su alrededor. No había nada, se convenció. Todo había pasado. O al menos, eso le parecía. Tras la catástrofe, sólo calma y un cielo lleno de estrellas. Ahora la amenaza es otra, la calima.

No hay comentarios: