jueves, 30 de octubre de 2014

No era la mujer de Lot

Se fue con viento fresco cuando más le apeteció y dejó en la estacada a todos sus más allegados, a los que la querían. Era la estrella y no podía permitirse según qué cosas. Al atisbar el primer problema, no se lo pensó demasiado: Se puso aquellos zapatos de tacón que tan bien le quedaban y puso sus bellos pies en polvorosa. Ahí os quedáis. Su despacho con el paso de los días fue cubriéndose de una ligera capa de carcoma y las telas de arañas comenzaron a conquistarlo todo. No volvería. Sus próximos la lloraban al verse tan desamparados. Su luz dejó de guiarles desde aquella extraña mañana y se sentían, sin ella, severamente perdidos. Ella, en cambio, volvió a lo suyo. No les echó de menos, ni miró hacia atrás, ya que -a pesar de todo- en nada se parecía a la mujer de Lot.

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