Quizá era
martes o miércoles. Hacía tiempo que Hache no sabía en qué día vivía. De vez en
cuando miraba por la ventana para confirmar si había sol o sólo oscuridad. Andaba
aferrado a un pequeño cuaderno de notas lleno de recuerdos. Se preguntaba por
qué todos habían desaparecido. Cuando su suerte cambió, uno por uno, sus amigos
comenzaron a disiparse. Dejaron de llamarle, de preguntarle cómo estaba o
simplemente de desearle los buenos días. Sabía que en tiempos de guerra son
imprescindibles los cascos y que en la selva impera el sálvese quien pueda,
pero estos saberes ciertos le producían una inmensa tristeza. “Estás solo”, le
repetían una y otra vez. Hache quería darle la vuelta a las cosas, quería dejar
de pensar en blanco y negro para pintar su entorno de colores...
lunes, 28 de enero de 2013
viernes, 18 de enero de 2013
Con la soga al cuello
Los
últimos acontecimientos habían dejado a Hache en la estacada. Con la soga al
cuello. La mayor parte del tiempo poco tenía que hacer, a veces le daba por
salir a las calles sin rumbo fijo buscando algo que no terminaba de llegar. Veía
como las fachadas iban avejentándose y las papeleras rebosaban de
insatisfacción. Era como si todo hubiese retrocedido veinte años, la gente era
menos alegre y el aire, rancio, asfixiase todo lo que tocaba. Había días
difíciles y éste había sido uno. Hache no terminaba de acostumbrarse a que el
viento soplase en contra. Ahora de regreso de casi todo, veía como los
contenedores de basura se vaciaban pronto, los pobres nunca dejaban que se
llenasen… Y, sin embargo, había instantes en los que Hache sabía que saldría de
ésta.
martes, 15 de enero de 2013
Darle la vuelta a la adversidad
Amanecía
a una nueva vida. Hache se había levantado temprano, mucho antes de que sonase
el radiodespertador. La costumbre seguía imponiéndose a la realidad. Se acercó
por inercia a la nevera olvidándose por completo de que llevaba un par de días completamente
vacía. Eran malos tiempos para la lírica y también para la economía. No tenía
nada que hacer y el paso de los días lo empeoraba todo. A pesar de ello, Hache intentaba
darle la vuelta a la adversidad y por eso se agarraba al día a día, al amor y a
esa certeza de que irremediablemente en esta vida no hay nada invariable.
miércoles, 2 de enero de 2013
Bajo las sábanas de franela
Aquella mañana se
levantó intranquilo. Extra G se había dormido rápido leyendo una de esas
novelas de aventuras que venden en los aeropuertos al inicio del verano. Iba de
un conquistador de principios del siglo XVI que recorría el nuevo mundo. Fue hasta
la cocina a por un poco de agua y todo estaba en calma, sin que nada se
moviese, apenas había coches en la calle. Todo dormía y un hormigueo le comenzó
a recorrer el cuerpo desde los dedos de los pies. Algo le atemorizaba, pero no
quería pensar demasiado en qué. Extra G se aproximaba a la cuarentena y, tal
vez, llevaba excesivo tiempo cavilando en que su mundo se estaba terminando. Hacía
cinco años, se veía diferente, guapo, con fuerzas y con una larga trayectoria
por andar, pero ahora todo había cambiado. La monotonía del día a día, la
maldita crisis y alguna que otra decepción lo habían colocado en un estrecho
túnel sin salidas. Había días en los que confiaba en sus posibilidades de
hallar un mundo nuevo, pero hoy no era el caso. Quiso volver a la cama y
esconderse bajo las sábanas de franela. Estuvo tentado e incluso dio un par de
pasos en esa dirección, hasta que se le ocurrió mirar por la ventana un
instante diminuto y descubrió que el sol de invierno, timorato y esquivo, había
vuelto a salir...
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