lunes, 5 de agosto de 2013

Desde el balcón

Los días se sucedían sin demasiado acierto. Ella y su canario se pasaban las tardes asomadas en el balcón, esperando la fresca que no terminaba de llegar. Hacía días que no se encontraba, que todo la exasperaba. Debían ser cosas del verano, se dijo sin darle mayor importancia. El caso es que temía que el arroz se le pasase y que su pequeño mundo se le desmoronase ante sus narices. Perdía el control con demasiada facilidad y hasta la vecina del quinto le había insinuado que estaba en edad de merecer, que para cuando un marido. Le aburrían, la del quinto y todas las demás, esas que se aburren y no tenían otra cosa que hacer más que meterse en su mundo. Estaba sola con su canario, que apenas cantaba. Su piar era débil y timorato. Quizá tampoco fuese feliz...

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