martes, 20 de junio de 2017

Antipática, regordeta y un poco fea

A Úrsula le gustaba que la llamaran Ursu, decía que era más atemporal, más etéreo. Le gustaba bromear con las singularidades de los demás y es que no lo podía evitar. Se partía de risa escuchando a un tartamudo trabarse o viendo caminar de esa forma tan característica y divertida a una enana. No lo hacía de mal rollo, pero, eso sí, jamás permitía la más mínima referencia a su ligero sobrepeso. Era una gran profesional que no entendía cómo los jefes confiaban en según quien. Así nos va, dejaba sepulcral en el aire… Se pasaba el día quejándose, era de esas, y también de las que juzga. Decían de ella quienes la conocían bien que tenía la lengua tan larga como la copa de su sujetador, que era inmensa. Ursu lo había pasado mal con los hombres, no la entendían. Ella quería cabalgar y que no la cabalgasen, de dominar se trataba y pocos había dispuestos a subirse en aquella yegua indómita. Tampoco es que fuera especialmente guapa, todo hay que decirlo. Era difícil no pillarla con aquel gesto de asco permanente, como si fuera una de esas grandes estrellas del rock, pero sin serlo. Vamos, que era una antipática, regordeta y un poco fea. Lo tenía todo, aunque la primera impresión que daba era totalmente diferente, la de una mujer guay. Pero ese espejismo duraba al menos unos cuatro días, ya luego le salía el mal carácter, su verdadero yo. ¡Ay, Ursu, Ursu, Úrsula… de mi vida y mi corazón!

Quiet town, de Josh Rouse.

Pd. Vaya entrada más complicada para comenzar el verano. Menos mal que la enmendamos algo con la foto y sobretodo con la canción. ¡Feliz verano a tod@s!

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