domingo, 10 de agosto de 2025

Todos los sitios donde no debí estar

Las ocho de la mañana, veintiséis grados. Cierro la ventana, abro el balcón. La calima complica respirar. El cielo sin nubes dice pocas cosas. Dejo la mente en blanco y comienzo a hacer cosas: el té, la ropa del tendedero, una mochila negra, la botella de agua fría, bolsas de la basura… Y cuando me quiero dar cuenta estoy leyendo el País en una guagua que no sé a dónde me lleva. La música ha dejado de sonar y trato de recordar ese estribillo de Ladilla Rusa que siempre me dibuja sonrisas. ¿Cómo era? Apenas hay caras conocidas. No están, han dejado de estar. La niña con síndrome de down está dentro del agua, chapoteando, parece feliz, y unos evangelistas cantan canciones al final de la playa. No hay olas, se han ido de vacaciones. Y me cuesta respirar, y solo pienso en el regreso. En todos esos sitios en los que nunca debí estar. Y también en los que sí. Los días pasan y ya no me atraviesan. Me zambullo y debajo del agua sigo sin hallar calma. Cada día falta menos, cada día cumple más. Me seco un poco y echo a andar, lo hago mientras me derrito entre potros que ya no me convencen. Todo ha pasado, en casa todo es distinto. Puede que parezca un loco, esta vida sabe a poco… Miro la lista de nombres, una vez más, me detengo en cada uno. Ninguno quiso conmigo, cuando estás solo la calima complica respirar...
 
Este amor, de Elefantes 

 

sábado, 19 de julio de 2025

Me voy haciendo chico

En este cuento no soy el bueno. Solo soy el que no tiene la razón de la ecuación. Y por eso el estómago se me encoge por dentro. A veces es media tarde, todo ha ido bien y de pronto toda la culpa se me posa sin querer sobre los hombros. Haciendo presión. Cierro los ojos y procuro no mirar hacia el ventanal. Me voy haciendo chico, cada vez más pequeño y más oscuro. Y ha pasado demasiado tiempo y sí que me gustaría que la pena cesara, que algún día esta condena expire… ¿Cómo se vive con las equivocaciones atravesadas en el pecho? Los errores se nos instalan en el fondo de la espalda y unas veces no nos dejan avanzar, otras respirar y casi siempre nos hacen más pesado el día a día. Hoy había sido un día tranquilo, casi que hasta bueno. Pero en esta historia, la mía, soy el malo. Aunque todos digan lo contrario. El que se equivocó soy yo, el que no tuvo arrestos para detener el barco y decir hasta aquí hemos llegado. Y, a veces, se me nublan los ojos porque sé que está tristeza ya me va a acompañar siempre y no sé cómo hacer para deshacer lo malo. Para volver atrás. Con las puestas de sol me rindo, porque sé que mañana siempre será otro día, que habrá nuevas tormentas y también olas de calor, de las que no te dejan respirar y que son el auténtico infierno en la tierra. Así que solo me queda arroparme con la soledad y sin pudor abandonarme a lo que está por venir…
 
Tramuntana, de Guitarricadelafuente 
 

 

domingo, 29 de junio de 2025

Y ninguno quiso conmigo

He pasado la mañana leyendo currículos de desconocidos. Ayer me quedé sin fuerzas, bajé los brazos a eso de las cuatro y media, y me vacié de esas ideas pequeñas que a veces sí que me hacen sentir un poquito mejor, que son como esas llamas exhaustas y débiles de las velas marchitas en las iglesias. Saltaba de una página a otra, imaginando que, sin conocerme, no les importaría aplicar por mí. A cada frase imaginaba anécdotas, risas y caricias. Todo está en internet, también sus vidas, tan amables y completas. Currículo, tras currículo hasta que me quedé sin batería. Y después el silencio. De nuevo, la nada. Por aquí los domingos continúan siendo extraños. No sé por qué continúo en el pozo, sabiendo que la poca luz que se cuela por la abertura no es suficiente. Ya no. La piel se me deshace, y tango los ojos exhaustos, sin fuerzas de tanta lucha, de tanto sueño incumplido. Un bailarín, un profesor de filo, el pintor, y la barbie periodista… Y todos vuelan demasiado lejos. Y ninguno quiso conmigo.
 
Canciones de amor para ti, de Rigoberta Bandini 

lunes, 9 de junio de 2025

Las canciones de Miranda

Estuve mal, sé que lloraste por mí… Retumba la canción y ya nada es importante, nada más. Bailo sin parar, brinco hasta las estrellas y mis manos se me desprenden buscando un techo que no existe. La felicidad debe ser algo parecido a todo esto. Una canción tras otra. No hay cansancio, nadie desfallece. Todos avanzan, lo hacen sin cadenas. Las luces de colores, luces que no dejan de agitar el aire del inicio del verano. Pronto se irán a Copenhague y Berlín. Eso nos dicen. Pero eso quizá sea lo de menos. Compréndeme ahora que todo cambió… Los chicos sonríen, unos en pantalón corto, otros con orejas de gato japoneses. Vi alguna chola también. Y su acento porteño lo hace todo un mejor. Qué bonito cuentan las cosas, como si te acariciaran la nunca antes de la embestida. No es un arte sencillo, como tampoco lo es seguirles los pasos cuando las canciones no se detienen. Necesito una copa, una en vaso de tubo. Dentro siento tu calor, tus embestidas, todas las que no fueron. Borraste la pizarra demasiado rápido, tenías unos calzoncillos naranja. Y vuelvo a la música, a la falta de aliento. A las canciones alegres de letras tristes. El éxtasis de santa Teresa debe ser esto, lo que me ha conquistado el pecho. Y los dedos se me hacen mariposas que aletean sin descanso, también las muñecas. No miro a los lados. Solo las canciones de Miranda y yo. Es que soy prisionero de un error, un tonto arrepentido que por hoy ha preferido invocar al olvido y suplicar de rodillas perdón…
 
Prisionero, de Miranda 

jueves, 20 de marzo de 2025

En este aire me sé en peligro

Iba a decir algo importante, lo sé. Lo tenía dentro, estoy seguro. Completamente seguro, pero ahora ya no tengo claro nada. Y el puto arcoíris continúa ahí, mirándome retador con este puto tiempo que es una auténtica mierda. ¿Cuántos días lleva así? Y sigue el frío y la lluvia, y yo quiero mandarlo todo a tomar por culo. Hay días en los que no puedo más. Y a veces tengo calor, y otras, frío. Y no duermo por las noches. Y de día me voy cayendo por las esquinas del cansancio. Y todo junto a la vez y en todas partes. Y así es muy complicado continuar… Pero esto no es lo que quería decir. Quizá sea algo de que se acaba el invierno y que la primavera no pinta bien. Las semanas se me vuelan delante de las narices y no alcanzo a atraparlas. Y no veo ese agujero del que debe saltar un ratón. No, nada en el horizonte. A mi lado solo personas distintas. Diferentes, completamente. Con otras ideas, con otros propósitos. De las que abrasadoramente sé que no puedo fiarme, que no son yo. Que les gustan otras movidas, que quieren escucharse constantemente y decir cosas. Todo el día diciendo cosas… Y en este aire me sé en peligro.
 
Paris Hilton, de Jordana B

domingo, 9 de marzo de 2025

Casa en ruinas

Algo no va bien. No, no lo va. Lo sé. Todos queremos que nos quieran. Todos. El problema está en cuando del querer se pasa al necesitar. Y se te abre en canal el estómago que borbotea desilusión, tristeza. Hoy lo necesito… Tanto tiempo esperando no sé muy bien qué. Y no llega. Nunca llega lo mío. ¿Dónde ha ido el tiempo? ¿En qué lo he gastado? Esperando a tener suficiente, al golpe de suerte, a que todo fuera a mejor. Me puse a ver las fotos viejas. ¿Viejas o antiguas, cómo se dice? Las que están en el álbum negro, en el estante de abajo. Y hay tanto dolor… Tantas cosas que ya no están. Como si me hubiera ido y ya no hay lugar al que regresar. No. No lo hay, se ha desvanecido en el aire. Se me ha esfumado. Las canas en la sien están como enfadadas. A veces siento el oído derecho, como si estuviese avisándome de que pronto habrá tormenta. El vientre está flojo, la flexibilidad no existe y los pies se me hinchan. El alma es como una casa en ruinas, con habitaciones desvencijadas y paredes a punto de caer. Algo no va bien. No, no lo va.

Nana triste, de Natalia Lacunza y Guitarricadelafuente