lunes, 9 de junio de 2025

Las canciones de Miranda

Estuve mal, sé que lloraste por mí… Retumba la canción y ya nada es importante, nada más. Bailo sin parar, brinco hasta las estrellas y mis manos se me desprenden buscando un techo que no existe. La felicidad debe ser algo parecido a todo esto. Una canción tras otra. No hay cansancio, nadie desfallece. Todos avanzan, lo hacen sin cadenas. Las luces de colores, luces que no dejan de agitar el aire del inicio del verano. Pronto se irán a Copenhague y Berlín. Eso nos dicen. Pero eso quizá sea lo de menos. Compréndeme ahora que todo cambió… Los chicos sonríen, unos en pantalón corto, otros con orejas de gato japoneses. Vi alguna chola también. Y su acento porteño lo hace todo un mejor. Qué bonito cuentan las cosas, como si te acariciaran la nunca antes de la embestida. No es un arte sencillo, como tampoco lo es seguirles los pasos cuando las canciones no se detienen. Necesito una copa, una en vaso de tubo. Dentro siento tu calor, tus embestidas, todas las que no fueron. Borraste la pizarra demasiado rápido, tenías unos calzoncillos naranja. Y vuelvo a la música, a la falta de aliento. A las canciones alegres de letras tristes. El éxtasis de santa Teresa debe ser esto, lo que me ha conquistado el pecho. Y los dedos se me hacen mariposas que aletean sin descanso, también las muñecas. No miro a los lados. Solo las canciones de Miranda y yo. Es que soy prisionero de un error, un tonto arrepentido que por hoy ha preferido invocar al olvido y suplicar de rodillas perdón…
 
Prisionero, de Miranda 

jueves, 20 de marzo de 2025

En este aire me sé en peligro

Iba a decir algo importante, lo sé. Lo tenía dentro, estoy seguro. Completamente seguro, pero ahora ya no tengo claro nada. Y el puto arcoíris continúa ahí, mirándome retador con este puto tiempo que es una auténtica mierda. ¿Cuántos días lleva así? Y sigue el frío y la lluvia, y yo quiero mandarlo todo a tomar por culo. Hay días en los que no puedo más. Y a veces tengo calor, y otras, frío. Y no duermo por las noches. Y de día me voy cayendo por las esquinas del cansancio. Y todo junto a la vez y en todas partes. Y así es muy complicado continuar… Pero esto no es lo que quería decir. Quizá sea algo de que se acaba el invierno y que la primavera no pinta bien. Las semanas se me vuelan delante de las narices y no alcanzo a atraparlas. Y no veo ese agujero del que debe saltar un ratón. No, nada en el horizonte. A mi lado solo personas distintas. Diferentes, completamente. Con otras ideas, con otros propósitos. De las que abrasadoramente sé que no puedo fiarme, que no son yo. Que les gustan otras movidas, que quieren escucharse constantemente y decir cosas. Todo el día diciendo cosas… Y en este aire me sé en peligro.
 
Paris Hilton, de Jordana B

domingo, 9 de marzo de 2025

Casa en ruinas

Algo no va bien. No, no lo va. Lo sé. Todos queremos que nos quieran. Todos. El problema está en cuando del querer se pasa al necesitar. Y se te abre en canal el estómago que borbotea desilusión, tristeza. Hoy lo necesito… Tanto tiempo esperando no sé muy bien qué. Y no llega. Nunca llega lo mío. ¿Dónde ha ido el tiempo? ¿En qué lo he gastado? Esperando a tener suficiente, al golpe de suerte, a que todo fuera a mejor. Me puse a ver las fotos viejas. ¿Viejas o antiguas, cómo se dice? Las que están en el álbum negro, en el estante de abajo. Y hay tanto dolor… Tantas cosas que ya no están. Como si me hubiera ido y ya no hay lugar al que regresar. No. No lo hay, se ha desvanecido en el aire. Se me ha esfumado. Las canas en la sien están como enfadadas. A veces siento el oído derecho, como si estuviese avisándome de que pronto habrá tormenta. El vientre está flojo, la flexibilidad no existe y los pies se me hinchan. El alma es como una casa en ruinas, con habitaciones desvencijadas y paredes a punto de caer. Algo no va bien. No, no lo va.

Nana triste, de Natalia Lacunza y Guitarricadelafuente

sábado, 8 de marzo de 2025

Fotos de la clavícula

Si hace un rato todo iba bien, por qué este dolor en los hombros ahora, que casi no me deja respirar. Pensé que estaba todo resuelto, que todo podría ser, que por fin me había salvado. Fue un buen rato, poco antes de irme a la cama. Fuera llovía, un ligero sereno. Hacía un poco de frío, pero llevaba los calcetines del arcoíris. Esos que abrigan de verdad. Luego me los quité, ya debajo de las sábanas. Pensé en la última entrevista y en algún nubarrón más. Al despertar, continuaba todo mojado. Seguía serenando. Me puse a leer, esperando que fueran horas de desayunar. Las infusiones del fin de semana, con miel y limón, son lo mejor de estos días. Abro la persiana y todo sigue igual. La lavadora da vueltas, quince minutos sin parar. El agua hierve en uno de los fuegos, en el que funciona. Todo sigue revuelto. Se me ha olvidado lavar los vasos y las cucharas de la cena. ¿Por qué este despiste, este agotamiento supremo? Y no sé qué hacer ahora. La ropa está mojada y el tendedero más destartalado que nunca. Anoté comprar uno, antes del saqueo médico. No sé cómo voy a llegar a fin de mes. No sé, de verdad, que no sé. Y vuelvo a la ventana. Ya no me importa que los cristales estén sucios. Todo sigue igual, hay un charco enfrente. Justo donde beben las palomas, aunque con el frío han desaparecido. Solo quedan las cintas para espantarlas que han colgado los vecinos sin ningún éxito. Toca esperar a que salga un poco el sol. Ayer el móvil decía que terminaría de llover a mediodía, pero ahora pone que a las cuatro o las seis. Y todo parece una broma, una jugarreta del destino. No, no es lo mismo que todo acabe a las doce o a las seis. No es lo mismo… Y pienso que no voy a poder salir. Que me voy a tener que quedar aquí encerrado, un día más, y vuelve el dolor de hombros. Justo en los huecos que se me forman entre los hombros y el cuello. Estaría sacándome fotos de la clavícula todo el día. Lo estaría haciendo, pero nunca lo hago. Y solo quiero dejarme dormir. Que los días pasen. Que dejen de sonar las canciones alegres. Y me pongo a escribir para tratar de aliviar esta tristeza, que empieza a ser crónica, y que a veces me nubla la vista. Me acuerdo de todas esas cosas que no han llegado, de lo que ideé y de lo que al final ha sido. Esas palabras que llevo atragantadas y que en las mañanas pares no me dejan continuar. Esos pequeños golpes, que me han ido debilitando, que no me han dejado avanzar. En esas excusas que han sido razones para seguir perdiendo. Y parece que sale una pizca de sol. En las montañas se ve un arcoíris casi completo. Y los ojos se me aguan como si estuviera leyendo a Lana Corujo. Y me dejo ir, me abandono al recuerdo de mis pesadillas. A esos sueños que no acaban bien. Y los dolores avanzan hacia las rodillas. Debería comenzar a correr, pero llueve. Un sereno. Y no puedo más. Quiero que esto termine.

 

Se me va, de Elefantes.