jueves, 11 de agosto de 2011

Anécdotas, nombres y calles

Era lunes y no recordaba bien si ya había cumplido los años o no. Las cosas se le iban cada vez más a menudo de la cabeza. También los nombres y las calles, pero no las anécdotas. Eso era lo único que conservaba en su memoria. Miró el calendario y se sorprendió. Tantos días han pasado ya, se preguntó tocándose extrañado la cabeza. El problema, se dijo, no era lo transcurrido sino lo que aún le restaba por hacer. Siempre quiso hablar inglés y recorrer la costa mediterránea sin tener muy en cuenta el tiempo, de playa en playa. Tenía que conocer a más gente y encontrar otros mundos. Quería vivir otros días porque desde pequeño creyó que en los que había estado no eran suyos; que se había colado en un mundo que no le correspondía, que estaba de prestado. Alguna vez sintió en su nuca miradas que le decían que aquello no le correspondía, que era un advenedizo, un usurpador y que debía dejar sito para los que sí tenían derecho, para los de siempre, los nuestros. Ya no le molestaban esas sensaciones. Se había acostumbrado a ellas, pero se prometió que del próximo otoño no pasaría y que después del parón en el que se hallaba renacería.

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