martes, 7 de mayo de 2013

El tren de los vivos

Hache despertó en mitad de la noche y se quedó fijado en el reloj. Todo iba demasiado deprisa. Su corazón se desbocaba y parecía que la vida se le iba de las manos. Mientras todo andaba, él se sentía quieto, como si no pudiese subirse al maldito tren de los vivos. Miraba el techo y procuraba respirar pero el tic tac implacable no le dejaba descansar. Así podía pasarse días y días, agobiado por el vértigo y sólo tenía un refugio que le daba paz: las flores del verano.

2 comentarios:

Romina dijo...

tan bellas como efímeras las flores de verano
ojalá que la paz se transforme en algo más perdurable.

PD: que antojo balancearse en esa hamaca tomando un rico té de hojas de menta!

Ce Castro dijo...

Me apunto al antojo jejeje Muchas gracias Romina ;)