jueves, 26 de septiembre de 2013

Los pies fríos

Después del día cae la noche implacable. Escondido tras su ventana ojeó las luces de la sucursal bancaria que habita debajo de su casa y los otros portales, siempre vacíos. No vio a nadie, quizá se hayan ido lejos, a un sitio donde toque bailar o simplemente maquillar las tristezas de este mundo. Los gritos de don Lucas, enfermo y encamado desde hace años, le arrullaban en sus peores momentos. Y no sabía qué le tocaba hacer ahora. No tenía sueño y no quería sentirse triste. No quería, no lo quería con todas sus fuerzas, pero no podía evitarlo. Simplemente se encogía de hombros y se mantenía suspendido en el aire. Tenía tanto miedo a no poder con el amanecer, que inmovilizado sólo dejaba que las horas pasasen, una tras otra. Miraba sin aire al techo buscando luz, pero todo estaba a oscuras y sabía que todo pasaría, que el sol regresaría más pronto que tarde, aunque ahora tuviese los pies fríos. Demasiado fríos, congelados de pena. Volvió a mirar por la ventana para no echar de menos a los que se habían ido justo cuando el barco comenzó a hundirse. Los apestados no tienen salvación, se dijo y comenzó a llorar recordando los buenos momentos, las risas, el sol... A veces sabía que debía rebelarse, que no está bien eso de mendigar afectos, pero la soledad golpea fuerte y lo asfixia todo. Era yermo. Algún día comenzaría a caminar, se prometió.

'Caminar', de Dani Martín

2 comentarios:

Lola Birlanga Urbán dijo...

Me ha gustado mucho el texto, ¡y la foto! ¡Qué chico tan guapo!(comentario total de madurita majara)Besos

Ce Castro dijo...

Jejeje Estas son las pequeñas cosas que nos hacen sentir bien, así que más majaras y menos tristezas! Un abrazo fuerte ;)