domingo, 1 de febrero de 2015

Nada extraordinario

Estaba sentado en aquella destartalada silla temiendo que en cualquier momento se viniese abajo, igual que un iceberg en verano. Rebuscaba en su memoria aquella maldita idea que le había sobrevenido la pasada madrugada, pero no había ni rastro de ella. Definitivamente se había esfumado. Odiaba que le pasase eso, que la caprichosa inspiración llegase justo cuando él no tenía papel ni lápiz a mano. Y allí seguía, mirando por la ventana sin que nada pasase. Nada extraordinario, claro. Por allí sólo andaban los viandantes de siempre. Como era domingo tampoco se veían coches. Uno cada cierto tiempo. El mundo exterior estaba tranquilo, él no. Intentó zafarse de la silla, pero al mínimo intento crujía amenazante. Oyó tacones en la escalera, la vecina llegaba de una noche tonta. Una más. Tras los pasos, las llaves y la puerta se cierra. Vuelve el silencio, la nada y su vida sigue en blanco...


Pdt. Entranda 1.075.

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