domingo, 8 de julio de 2018

Halagos envenenados

Envenenados, así estaban sus halagos. Tantos años de práctica le habían dado un toque de elegancia exquisito, tanto que nadie se esperaba de él que fuera un experto en apuñalar por la espalda. A su última víctima nunca la engañó y ni aún así pudo el corderillo zafarse de sus puñales. Era una gran dama de la sociedad, era el entretenedor más divertido y ameno de la corte, era él, único y diverso. Tanto como sus malas mañas. Era mala y ya ni siquiera disimulaba. Cuanto más reía, más daño infringía. Y bailaba, bailaba…

Porque eres mala, de Roberto Antonio.

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