martes, 27 de noviembre de 2018

Que arda Troya

Y que arda Troya. Cuántas veces soñó con liarse la toalla a la cabeza y soltar por esa boquita que tenía todo lo que se le atragantaba en la boca del estómago. Y que arda Troya y todo lo que tenga que arder, porque simplemente ya estaba harta de ser el saco de boxeo en el que todos iban a dar. Se había cansado de escuchar sus estupideces de niños ricos, consentidos. Ya no podía más con sus dobles verdades y con sus puñaladas por la espalda. Estaba harta de hacerse la tonta, de hacer como si nada pasara…

Castillos, de Amanda Miguel.

Pd. Ahora sí, y no antes...

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