martes, 5 de julio de 2016

Nada que la delate

Me tropiezo en el súper con Julia, una amiga de mi amiga Marta. Va con su novia, pero no me ven. Hablan distraídas mientras esperan a que les toque el turno en carnicería. Creo que quieren comprar pavo y gallina para sopa. Julia ha dejado de teñirse las canas, tiene cuarenta, pero prefiere aparentar más edad. No lleva nada puesto que la delate, pero se le nota cómo es. Siempre he luchado contra los estereotipos, pero ahí están: Esa forma de andar, esas blusas y como llevan el bolso. Desearía que no fuese así, pero parece que tenemos más cosas en común de las que nos gustaría reconocer. Los segundos pasan y también llega el mal humor. Sin rubor alguno, la otra chica le recrimina algo que ha debido hacer al revés. Cabizbaja Julia se va y vuelve, al rato, con una botella de aceite virgen. La otra le da la última estocada verbal, escruta la botella y da su visto bueno colocándola sin tacto en la cesta con el resto de la compra. El 98, mi número, compro carne para estofado y las dejo allí, solas entre tanta gente, aguardando una oportunidad para que la normalidad se haga visible de una vez por todas.

Saber, de Carlos Weinberg.

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