domingo, 25 de mayo de 2008

Cuando aún quería a mi bici

En la despensa. Llevaba guardada años. Es amarilla y verde. Con un gran manillar y diez cambios. Las ruedas ahora están desinfladas por el desuso. Yo tenía una bicicleta de montaña y hoy no tengo nada. Cuando me la regalaron estuvo bien. Era lo que todos tenían, aunque nunca la pedí. Después todo fue distinto. Cuando me di cuenta de que sólo tenía diez cambios y lo que se llevaba era veintiuno. Cuando vi que sus colores no eran tan bonitos como los del resto. También supe que su manillar no era tan aerodinámico como los otros y que su sillín tampoco era tan cómodo. Que su cadena no estaba bien engrasada y que no tenía faro, ni velocímetro. Ni botella para el agua. A veces me siento como mi bici. Bien, hasta que caigo en la cuenta de que no soy suficiente. Que soy como un trasto viejo, arrinconado, a la espera de que la nueva y sofisticada mountainbike se quede sin fuerzas. Que a la mitad del Tourmalet se quede sin radios. Y me resisto a esa idea, pero no siempre tengo fuerzas. Porque ya ni siquiera me quedan lágrimas que llorar y es una pena. Lo sé, porque creo que de las peores cosas que te pueden pasar es cuando tienes agonía en el corazón, necesitas llorar, pero no puedes. No te sale. Ya no. Por eso prefiero pensar en otras cosas. En otros vientos. En los que me acariciaban cuando aún quería a mi bici.

http://es.youtube.com/watch?v=2Ok3Zkw0eF8

No hay comentarios: