domingo, 11 de julio de 2010

Dibujaba ojales sonrientes

Tejía. Era casi lo único que hacía. Día y noche. Cosía cuanto trapo encontraba a su alrededor. Siempre sentado a la vera de una ventana que lo invitaba al mundo a pesar de estar siempre cerrada a cal y canto. Y cuando el sol lo abandonaba, al abrigo de un candil timorato. Débil y frágil, igual que lo son las miradas desde la distancia. Tejía abrigos, pañuelos y gorros de invierno. Lo hacía desde que tenía uso de razón. Sus dedos siempre habían sido con aguja y dedal. Mientras remendaba pantalones viejos le daba por soñar con la vida, así respiraba. Dibujaba ojales sonrientes y recogía vueltos de mantequilla y fresas. Los segundos lunes de cada mes era el día de las pastas. Se detenía en su quehacer y se arremangaba para preparar té traído de la India que adornaba con pastas que importaron los primeros colonos llegados de Bretaña. Masticaba y tomaba pequeños sorbos. Era un ritual para encomendarse a su dios. La operación duraba unos minutos. Después, a toda prisa, se deleitaba bajo el agua fregando la taza y aquella tetera que soplaba promesas de buenas nuevas. El resto de días eran siempre iguales. Despertaba al alba y se pasaba las horas cosiendo desde su ventana. Veía los coches trasponer, a los hombres andar cargados de bolsas y a las niñas jugar a la comba. Un sábado de este mes y no de oro -a las tantas-, cuando el aceite quería expirar, miró la sombra extraña que hacía el estante donde almacenaba con primor todo lo cosido, remendado y tejido. La cara se le desencajó y sus dedos comenzaron a sangrar consecuencia de la rendición del dedal en la batalla que mantenía con la maldita aguja. Después de tanto tiempo, no tenía a nadie a quien darle tanta ropa. Ni niños con gafas de pasta, ni tampoco mujeres en bicicleta. Tampoco podía llorarle a los gatos de tres colores, ni a canarios que no cantan. El último cartero había encontrado otro buzón y no lo había vuelto a ver desde entonces. Se había ido sin ni siquiera poder haberle dicho que era el único que le hacía sonreír. Estaba solo, inmensamente solo entre tanto retal.

http://www.youtube.com/watch?v=Xh4LOuMFj0c

Pdt. La original está bien, pero me apetecía la versión de Diego Torres. Pues eso, hoy 'Penélope'.

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